03 febrero 2017

Monedas alternativas y democracia participativa


















Conversación con Denis “Jaromil” Roio, filósofo, programador y hackctivista de dyne.org, un laboratorio de software para la innovación técnica y social con sede en Ámsterdam. Jaromil actualmente estudia y experimenta con las tecnologías descentralizadas para la participación ciudadana en el marco del proyecto D-Cent de la Comisión Europea.


Nuestro trabajo con las monedas alternativas empezó en el año 2008, junto con otros colegas programadores, con la iniciativa del observatorio de monedas alternativas complementarias, que fue bautizado como Dindi, una palabra que en Italia y en Brasil hace referencia al dinero suelto que llevamos en el bolsillo. Desde el observatorio intentamos definir, en líneas generales, un discurso acerca de la moneda complementaria, algo que no solo se refiriese al rechazo populista a los impuestos o cosas por el estilo, sino que explorase el dinero como un medio, el medio más extendido en el mundo, y en sus posibles formas innovadoras, en lo social y en lo político, incluso antes de abordar lo estrictamente tecnológico. Y así publicamos el resultado de nuestras investigaciones, intercambiando materiales e intentando compartir/traspasar lo que habíamos descubierto al respecto. Esa fue nuestra forma de trabajar hasta que conocimos a la coordinadora de proyectos de D-Cent, Francesca Bria, y vimos que podíamos dedicar a la experimentación una parte de este proyecto de investigación que trata fundamentalmente de la democracia participativa. Así fue como definimos un vector de investigación para la moneda, considerando que, en un sentido democrático, los presupuestos participativos vienen después de la fase de toma de decisiones, y son lo que permite tener una visión general de la forma en que se gastan los recursos, para no perderlos de vista.

El otro término, democracia digital (E-democracy), es más popular, y a menudo se usa para referirnos a la democracia por medios electrónicos, es decir, que pone mucho énfasis en la cuestión de la tecnología... Yo empleo deliberadamente el término democracia participativa porque no hay necesariamente una intención de ser mediadores en la parte tecnológica del proceso. ... Hay que recordar que la tecnología es a menudo compleja, que es difícil de comprender y manejar. Este proceso en realidad trata de abrirse a la participación, puesto que éste es precisamente el signo de la crisis de nuestro tiempo: la crisis de la participación política. La gente no cree en la democracia, hay una gran abstención electoral, y esta desafección por los procesos de toma de decisiones es lo que constituye el mayor defecto de las democracias hoy en día... la gente debe identificarse con los procesos decisorios, así que es probable que debamos eliminar a los intermediarios, y esto es algo que no solo se hace con dispositivos electrónicos, aun cuando estos puedan facilitarnos mucho las cosas... por eso es que no ponemos el énfasis en el término democracia digital sino más bien en el de democracia participativa, que a su vez va emparejada con el concepto de presupuesto participativo.

Moneda complementaria

La moneda complementaria es un instrumento o un dispositivo que permite manejar el valor y construir un sentido colectivo para ese valor. Pongamos por caso que además del concepto del dinero como un medio absolutamente neutral se podría dar un proceso de construcción (Creación) de valores que son recompensados, y que estos son complementarios a determinados servicios que todos necesitamos. Por ejemplo, un sistema de transporte, o quizá el propio sistema tributario, y que estos pudieran aceptar algunas monedas complementarias para así fomentar la circulación de conductas éticamente aceptadas, las que a su vez serían remuneradas con estas monedas. Lo que de verdad daría la fuerza a esta moneda es la posibilidad de utilizarla y requerirla en contextos comunes a todos.

Imaginemos un barrio que hace algo por aliviar a la ciudad de las tareas de mantenimiento en su sector, bien sea estando a cargo de las áreas verdes, tomando las decisiones más razonables para sus habitantes, o bien involucrando a todos sus miembros en un proceso. Es el propio barrio quien se organizará para proponer determinados proyectos y activarlos. Por supuesto, aquí estamos hablando de las tareas típicas del voluntariado, que podría ser recompensado de manera que sea sostenible, y donde las personas que participasen más activamente en esta suerte de proceso podrían encontrar un incentivo en hacer lo que hacen. El incentivo podría ser en forma de moneda complementaria, la cual sería emitida y controlada por la comunidad. La moneda podría incluso ser validada por la ciudad, y ser empleada para cosas que todo el mundo necesita como, por ejemplo, el transporte o un porcentaje de los impuestos a pagar, de manera tal que hubiera un incentivo real para involucrarnos en una actividad como voluntarios. Esto también tendría un impacto en la economía de las personas que son activas dentro de su comunidad y que añaden lo que yo llamo un valor biopolítico al proceso porque son útiles a su comunidad. En los tiempos de deriva neoliberal que nos ha tocado vivir, hay muchas personas que son cada vez menos remuneradas por el trabajo que hacen, y cada vez menos valoradas [como personas] también.

Qué es D-Cent

Es un proyecto que se refiere a la descentralización del poder desde el mismo título: Tecnologías descentralizadas de participación ciudadana. Se trata más bien de un movimiento sin afiliación política que hemos visto desarrollarse en los últimos 50 años y que se hace evidente en los movimientos políticos actuales. Si comparamos las viejas formas políticas de los partidos, vemos que siempre hay unos líderes que tratan de comunicarse con su base de votantes para ganarse su aprobación por lo que deciden. Pero en D-Cent hemos observado que existen partidos de nueva generación con los que estamos trabajando por toda Europa y que tienen una manera de trabajar completamente distinta. Son agrupaciones que funcionan con los #hashtags, que son conceptos. Cuando hacemos circular las ideas, los conceptos pasan a ocupar el centro, no ya las personas o los líderes. La gente empieza a agruparse, y las personas pueden ir cambiando. Y lo que vemos en las visualizaciones [de datos] que hemos elaborado es que las redes no quedan conformadas desde una persona hacia la multitud, sino desde la multitud hacia la multitud, y que esta multitud es capaz de ser más minuciosa en su percepción de un problema. Con ello se trasciende el prejuicio que pudiera tener una u otra facción política al respecto. Y así puede llegarse al meollo de las preocupaciones ciudadanas o de las personas que habitan un barrio, porque estas hablarán, en realidad, de cosas muy concretas. Pensamos que este es el futuro de la democracia, el mejor futuro que podemos imaginar. Y nosotros intentamos que esta descentralización sea realmente posible.

Visualización de las redes de Internet

Consenso informado y Democracia participativa

Hay varias cosas que anotar en relación con el tema del consenso informado, el poder de los medios de comunicación, y sobre cómo este poder va a quedar distribuido y descentralizado. Mi principal preocupación desde la perspectiva de D-Cent es que el dinero, o lo que es lo mismo, el valor que le es asignado, también es lo que alimenta a los aparatos mediáticos actuales a nivel de masas. 

Si se quiere distribuir información, se necesitan recursos y, de un modo paradójico, en Europa estamos viendo cómo algunos magnates tienen una posición dominante en el paisaje mediático, y justamente, su dominio se basa en tener un poder no democrático que se excede en su control, hasta el punto de reinventar la realidad y de contárnosla según como ellos la ven. El poder de producir medios de comunicación, de disponer de un entorno favorable a la libertad de expresión no es solo una elección política. También depende de los recursos, porque los medios son ahora muy complejos, y se requiere de mucho tiempo, recursos y experiencia para producirlos. Vemos que el principio de “sigue el dinero” (en alusión al método de periodismo investigativo seguido por Bob Woodward y Carl Bernstein en el Caso Watergate) no se aplica solo después de que la decisión ha sido tomada sino también antes; porque si queremos un consenso informado que sea lo más neutral posible, necesitamos tener una plataformas [digitales] en igualdad de condiciones, para que todas las personas puedan producir su propia interpretación de la realidad, y también ser capaces de mantenerse informadas por sí mismas. Desde D-Cent vimos que estos [nuevos] movimientos políticos funcionan así. O bien desarrollan su propia plataforma o bien se apropian de las ya existentes. Y se muestran muy activas en propagar su interpretación de la realidad aunque dispongan de pocos medios [económicos]. Por tanto, estos medios podrían ser creados a través de la moneda complementaria y de proyectos de moneda alternativa, pero también podrían ser inventados y conectados entre sí a partir de lo que ya existe. Por eso decimos que D-Cent tiene un enfoque modular para el desarrollo de las herramientas. Así que no desarrollamos un solo producto que solucione todos los problemas. Más bien desmontamos las partes de un problema y desarrollamos componentes tecnológicos específicos dedicados a hacer una sola cosa, y a hacerla bien. Así tenemos la administración única de identidad mediante entrada única en Internet, la notificación de incidencias según los informes de actividad y otras como Freecoin, por supuesto, que es la moneda social, lo que da una transparencia sobre el contexto en el que se produce el intercambio entre las personas y permite a la comunidad visualizar de qué manera circula el valor.

La cartera social Freecoin

El tema de la transparencia es sin duda de gran importancia. Pero esta no tiene por sí sola un impacto político. No basta con ser políticamente conscientes de lo que está ocurriendo. La transparencia debe ir asociada al concepto de integridad contextual, de la privacidad. Y sin embargo, la transparencia es necesaria en el ámbito de los comunes y en un contexto público porque la gente necesita llegar a un consenso informado siendo conscientes de lo que está ocurriendo; necesitan también ser capaces de seguir el flujo de los recursos y la manera en que estos son asignados.
Y en este sentido, lo que determina el resultado final es la confianza. No existe una batalla en Europa –y yo espero que no vuelva a producirse una nunca más– pero sí existe un reto. 

El reto apunta a que en los últimos 50 años de la financiación [pública] debieron haber surgido unas realidades, pero que esto no ocurrió porque no hicimos un seguimiento adecuado de estos fondos,  a dónde iban, o si no fueron bien gastados, o no fueron gastados en absoluto. Así que el reto consiste en realidad en crear un proceso de transparencia para esta suerte de intercambio mutuo de recursos y para el crecimiento que Europa quiere estimular por todo el espectro de su comunidad. También consiste en entender cómo se podrían mejorar los lugares en los que nos fijamos mediante la concesión de recursos.

Hay relatos que hemos observado desde D-Cent al analizar y participar en los procesos de Europa, especialmente en Finlandia, Islandia y España. Hemos constatado la existencia de diversos procesos. La mayoría ya existían antes, por supuesto, y nosotros nos unimos a unos procesos que se habían autoorganizado previamente. En Islandia, el Partido Pirata ya había llegado al Parlamento con este enfoque muy claro de plantear un proceso participativo y de formar alianzas y adoptar posturas éticas con los movimientos verdes de su país, abriendo posibilidades de participación para la ciudadanía a través de mecanismos de toma de decisiones. Nosotros llegamos en esas circunstancias para articular con ellos, pero comprendíamos que no íbamos a ofrecer una solución definitiva. Al contrario, quizá ellos tenían algo que enseñarnos. Así que pienso, cuando actuamos en este campo, que sugerir que nosotros vamos a "enseñar" a la gente de Europa a hacer estas cosas constituye un relato tóxico. Sería completamente tóxico. Es necesario observar lo que ya existe, aprender de esas lecciones... quizás intentar construir las herramientas que puedan conectar con todo ello. Y de dotar de una voz a esas realidades que no están representadas porque en el paisaje mediático de los grandes magnates solo hay lugar para las historias de éxito de aquellas mismas personas que producen los medios, mientras que las otras son personas comunes y corrientes. Pensemos en España, que constituye un gran caso. La gente se puso en marcha con el movimiento de los indignados del 15 de mayo de 2011. 

Salieron a las plazas a protestar por la crisis financiera, la austeridad y el hecho de que ellos tuvieran que pagar por la crisis de confianza que enfrentaban los bancos. Ellos demostraron que la confianza existe en abundancia en los movimientos de base, que las personas pueden confiar entre ellas hasta el punto organizar una acampada en una plaza sin que hubiera problemas entre ellos hasta que llegó la policía y los golpeó. Era una gran demostración de la riqueza de un Estado impulsado por los comunes. Y estas personas han conseguido, en el plazo de 5 años, constituir una asamblea, comprender y definir sus objetivos, crear un partido, más partidos como Podemos, que fue el iniciador, y luego surgieron otros partidos en torno a distintas preocupaciones, hasta que llegaron al poder en ciudades como Barcelona y Madrid, y también en el Parlamento Europeo. Estas personas pasaron de ser unos movimientos nacidos en la calle a ser capaces de establecer un relato, adquirir el lenguaje de las instituciones y sentarse en la mesa para presentar a sus votantes y a los asuntos que les conciernen. Pienso que la gente [de la calle] es el futuro de la política en Europa. No podemos seguir tratando solo con burocracias que tienen experiencia, pero que están distanciadas del sentimiento de la gente de la calle.

Algoritmos y política

Existe una intensa negociación política en los algoritmos porque, en realidad, ellos realizan todos los cálculos en los que se basan nuestra declaración de impuestos, las facturas del gas y de la luz... todo es hecho con algoritmos, con la operación de contar y luego generar una factura que debemos pagar si queremos participar en la sociedad. Lamentablemente es verdad que una buena parte de las negociaciones políticas reside actualmente en el algoritmo. Por una parte debemos combatir esto –y esto lo digo como programador– y mantener siempre la suposición de [que existe] un “mundo abierto”, teniendo en cuenta que siempre existe lo desconocido, que no lo sabemos todo y que no podemos subsumir el mundo de las posibilidades en unas cuantas reglas. Siempre debe dejarse un canal abierto que permita la interacción humana y la posibilidad de renegociar las reglas. Y aunque suene socialista (lo que Foucault definía como un socialismo de parches ("patchwork"), para que exista un gobierno es necesario que exista la posibilidad de formular esos “parches”. Por otra parte, pienso que necesitamos más educación acerca de la creación de los algoritmos, y también necesitamos más lenguajes humanos, con un enfoque más humano –incluso posthumano– que incluya a todas las otras formas de vida que pueden articularse en esta formulación. El lenguaje es, pues, muy importante; la elección del lenguaje que empleamos para formular estas reglas, la arquitectura posibilitada por estas reglas, así como su funcionamiento y la manera en que somos capaces de negociarlas en sentido político. Yo sugiero tres soluciones básicas: En primer lugar, mantener la “suposición de un mundo abierto”, seguido de una mayor educación sobre estos procesos, y no solo en lo técnico, sino en lo relativo a la tecnopolítica, a la educación tecnosocial. 

Debemos trascender el concepto de la tecnología como un ámbito en sí mismo. La tecnología está afectando a todo el espectro porque hablamos de un híbrido que afecta tanto a las Ciencias como a las Humanidades cada vez que fabricamos un nuevo dispositivo y lo ponemos en manos de la gente. Y en tercer lugar, por supuesto, están los lenguajes. Hay que ser más conscientes del lenguaje y de las modalidades que empleamos. En D-Cent lo hemos hecho. Al elegir el dialecto LISP, hemos adoptado un lenguaje funcional, no imperativo y sin Estado, lo cual deja menos espacio para incurrir en errores de programación. Los problemas fueron resueltos mediante suites de testeo completo. Cada parte del código es testeada con todas sus posibles entradas y salidas... y por supuesto, asumimos que puede haber más... de modo que nos tomamos un tiempo para producir la tecnología. No vamos sacándonos conejos de la manga sino que preferimos trabajar de manera constante.
[...]

El futuro del dinero

Hablando honestamente y con una agenda abierta: nuestra visión acerca del futuro [del] dinero, es especialmente la que se refleja en nuestro [proyecto] Dindi en el observatorio. Y siguiendo las enseñanzas de Bernard Lietaer y de Margrit Kennedy, dos investigadores que se centraron en este problema antes que nosotros, tenemos una visión de monedas múltiples, una visión que privilegia la formación de valor basándose en los valores tangibles que encontramos en nuestra vida diaria. Es un intento de volver a conectar con el valor de cambio, el medio por el valor, con los procesos de producción y no como una abstracción completa, que ha sido bautizada como “financiarización” a partir de los trabajos de David Haken y Christian Marazzi. Es necesario distanciarnos de esa abstracción y hacer que la gente vuelva a conectar con los procesos de toma de decisiones propios de la democracia, y también con la asignación de valor en las transacciones. 

Quizá no podamos salvar aquello que llamamos las finanzas, pero debemos reinventar un contexto en el que las transacciones de valor puedan ocurrir. Ciertamente, no estamos proponiendo un horizonte como el que proponen el FMI y otras instituciones que cultivan la masa monetaria a nivel mundial y [el sistema de] créditos. No visualizamos un futuro con una moneda única que representaría la totalidad de los deseos humanos, los sistemas de valor y todo aquello que circula en torno a ello. Ese medio, que es uno entre una diversidad de medios, debería ser un “medio húmedo” como lo define Roy Ascott. Debería ser más maleable o adaptable a las situaciones reales. Sus operaciones no deberían ser realizadas por calculadoras ultrarrápidas, sino que debería ir al ritmo de la producción humana. Y en el punto en que hoy nos encontramos, para que esto ocurra debemos admitir la posibilidad de tener monedas complementarias, e incluso programas de moneda alternativa.


A lo largo de casi 3 años de investigación en D-Cent he aprendido que existe una forma de ser activista en la calle, que es algo que solía hacer antes de involucrarme en este proyecto que cuenta con fondos de la Comisión Europea. Hay una manera de hacer que estas cuestiones sean tratadas en los lugares donde se toman las decisiones. Los votantes deberían tener siempre cabida en estos lugares, pues son ellos quienes habitan la Europa de hoy. Se trata del proceso de construcción de una comunidad política. Y yo he aprendido que no debemos abandonar la idea de Europa. Debemos estar allí, organizarnos, representarnos a nosotros mismos, validar nuestras ideas, nuestras investigaciones, quizá refinando nuestras expectativas mediante un proceso que puede ser científico, y también interdisciplinario, lo que es muy importante si queremos seguir siendo escuchados por el Consejo [Europeo]. Y para ser realmente escuchados debemos movilizar a la gente en un número suficiente. El diálogo tiene que provenir de ambas partes. Yo he comprendido la importancia del carácter interdisciplinario en todo esto. No es posible trabajar con una sola persona, y además, el Arte es de gran importancia. Todos estos movimientos solo son capaces de imaginar mundos posibles, dejar atrás la estrechez de criterios y proponer nuevos vectores de investigación que superen lo que se ha hecho tradicionalmente... Es una capacidad que es atributo de los artistas, y por eso debemos incluirlos. Un artista no solo se ocupa de difundir un proyecto. Un artista de verdad toma parte en el diseño, concibe un proceso a partir de una visión imaginativa.