Conversación con Denis “Jaromil” Roio, filósofo, programador y hackctivista de dyne.org, un laboratorio de software para la innovación técnica y social con sede en Ámsterdam. Jaromil actualmente estudia y experimenta con las tecnologías descentralizadas para la participación ciudadana en el marco del proyecto D-Cent de la Comisión Europea.
Nuestro trabajo con las monedas alternativas empezó en el año 2008, junto con otros colegas programadores, con la iniciativa del observatorio de monedas alternativas complementarias, que fue bautizado como Dindi, una palabra que en Italia y en Brasil hace referencia al dinero suelto que llevamos en el bolsillo. Desde el observatorio intentamos definir, en líneas generales, un discurso acerca de la moneda complementaria, algo que no solo se refiriese al rechazo populista a los impuestos o cosas por el estilo, sino que explorase el dinero como un medio, el medio más extendido en el mundo, y en sus posibles formas innovadoras, en lo social y en lo político, incluso antes de abordar lo estrictamente tecnológico. Y así publicamos el resultado de nuestras investigaciones, intercambiando materiales e intentando compartir/traspasar lo que habíamos descubierto al respecto. Esa fue nuestra forma de trabajar hasta que conocimos a la coordinadora de proyectos de D-Cent, Francesca Bria, y vimos que podíamos dedicar a la experimentación una parte de este proyecto de investigación que trata fundamentalmente de la democracia participativa. Así fue como definimos un vector de investigación para la moneda, considerando que, en un sentido democrático, los presupuestos participativos vienen después de la fase de toma de decisiones, y son lo que permite tener una visión general de la forma en que se gastan los recursos, para no perderlos de vista.
El otro término, democracia digital (E-democracy), es más popular, y a menudo se usa para referirnos a la democracia por medios electrónicos, es decir, que pone mucho énfasis en la cuestión de la tecnología... Yo empleo deliberadamente el término democracia participativa porque no hay necesariamente una intención de ser mediadores en la parte tecnológica del proceso. ... Hay que recordar que la tecnología es a menudo compleja, que es difícil de comprender y manejar. Este proceso en realidad trata de abrirse a la participación, puesto que éste es precisamente el signo de la crisis de nuestro tiempo: la crisis de la participación política. La gente no cree en la democracia, hay una gran abstención electoral, y esta desafección por los procesos de toma de decisiones es lo que constituye el mayor defecto de las democracias hoy en día... la gente debe identificarse con los procesos decisorios, así que es probable que debamos eliminar a los intermediarios, y esto es algo que no solo se hace con dispositivos electrónicos, aun cuando estos puedan facilitarnos mucho las cosas... por eso es que no ponemos el énfasis en el término democracia digital sino más bien en el de democracia participativa, que a su vez va emparejada con el concepto de presupuesto participativo.
Moneda complementaria
La
moneda complementaria es un instrumento o un dispositivo que permite
manejar el valor y construir un sentido colectivo para ese valor.
Pongamos por caso que además del concepto del dinero como un medio
absolutamente neutral se podría dar un
proceso de construcción (Creación) de valores que son
recompensados, y que estos son complementarios a determinados
servicios que todos necesitamos. Por ejemplo, un sistema de
transporte, o quizá el propio sistema tributario, y que estos pudieran aceptar algunas monedas complementarias para así fomentar
la circulación de conductas éticamente aceptadas, las que
a su vez serían remuneradas con estas monedas. Lo que de verdad daría
la fuerza a esta moneda es la posibilidad de utilizarla y requerirla
en contextos comunes a todos.
Imaginemos
un barrio que hace algo por aliviar a la ciudad de las tareas de
mantenimiento en su sector, bien sea estando a cargo de las áreas
verdes, tomando las decisiones más razonables para sus habitantes, o
bien involucrando a todos sus miembros en un proceso. Es el propio
barrio quien se organizará para proponer determinados proyectos y
activarlos. Por supuesto, aquí estamos hablando de las tareas
típicas del voluntariado, que podría ser recompensado de manera que
sea sostenible, y donde las personas que participasen más
activamente en esta suerte de proceso podrían encontrar un incentivo
en hacer lo que hacen. El incentivo podría ser en forma de moneda
complementaria, la cual sería emitida y controlada por la comunidad.
La moneda podría incluso ser validada por la ciudad, y ser empleada
para cosas que todo el mundo necesita como, por ejemplo, el
transporte o un porcentaje de los impuestos a pagar, de manera tal
que hubiera un incentivo real para involucrarnos en una actividad
como voluntarios. Esto también tendría un impacto en la economía
de las personas que son activas dentro de su comunidad y que añaden
lo que yo llamo un “valor biopolítico” al proceso porque
son útiles a su comunidad. En los tiempos de deriva neoliberal que
nos ha tocado vivir, hay muchas personas que son cada vez menos
remuneradas por el trabajo que hacen, y cada vez menos valoradas
[como personas] también.
Qué es D-Cent
Es un proyecto que se refiere a la descentralización del poder desde
el mismo título:
Tecnologías
descentralizadas de participación ciudadana.
Se trata más bien de un movimiento sin afiliación política que hemos visto desarrollarse en
los últimos 50 años y que se hace evidente en los
movimientos políticos actuales. Si comparamos las “viejas formas” políticas de los partidos, vemos que siempre hay unos líderes que
tratan de comunicarse con su base de votantes para ganarse su
aprobación por lo que deciden. Pero en D-Cent hemos observado que
existen partidos de nueva generación con los que estamos trabajando
por toda Europa y que tienen una manera de trabajar completamente
distinta. Son agrupaciones que funcionan con los #hashtags,
que son conceptos.
Cuando hacemos circular las ideas, los conceptos pasan a ocupar el
centro, no ya las personas o los líderes. La gente empieza a
agruparse, y las personas pueden ir cambiando. Y lo que vemos en las
visualizaciones [de datos] que
hemos elaborado es que las
redes no quedan conformadas desde una persona hacia la multitud, sino
desde la multitud hacia la multitud, y que esta multitud es capaz de
ser más minuciosa en su percepción de un problema. Con
ello se trasciende el prejuicio que pudiera tener una u otra facción
política al respecto. Y así puede llegarse al meollo de las
preocupaciones ciudadanas o de las personas que habitan un barrio,
porque estas hablarán, en realidad, de cosas muy concretas. Pensamos
que este es el futuro de la democracia, el mejor futuro que podemos
imaginar. Y nosotros intentamos que esta descentralización sea
realmente posible.
Consenso informado y Democracia participativa
Hay
varias cosas que anotar en relación con el tema del consenso
informado, el poder de los medios de comunicación, y sobre cómo
este poder va a quedar distribuido y descentralizado. Mi principal
preocupación desde la perspectiva de D-Cent es que el dinero, o lo
que es lo mismo, el valor que le es asignado, también es lo que
alimenta a los aparatos mediáticos actuales a nivel de masas.
Si se
quiere distribuir información, se necesitan recursos y, de un modo paradójico, en Europa estamos viendo cómo algunos magnates
tienen una posición dominante en el paisaje mediático, y
justamente, su dominio se basa en tener un poder no democrático que
se excede en su control, hasta el punto de reinventar la realidad y
de contárnosla según como ellos la ven. El poder de producir medios
de comunicación, de disponer de un entorno favorable a la libertad
de expresión no es solo una elección política. También depende de
los recursos, porque los medios son ahora muy complejos, y se
requiere de mucho tiempo, recursos y experiencia para producirlos.
Vemos que el principio de “sigue el dinero” (en alusión al
método de periodismo investigativo seguido por Bob Woodward y Carl
Bernstein en el Caso Watergate) no se aplica solo después de que la
decisión ha sido tomada sino también antes; porque si
queremos un consenso informado que sea lo más neutral posible,
necesitamos tener una plataformas [digitales] en igualdad de
condiciones, para que todas las personas puedan producir su propia
interpretación de la realidad, y también ser capaces de mantenerse
informadas por sí mismas. Desde
D-Cent vimos que estos [nuevos] movimientos políticos funcionan así.
O bien desarrollan su propia plataforma o bien se apropian de las ya
existentes. Y se muestran muy activas en propagar su interpretación
de la realidad aunque dispongan de pocos medios [económicos]. Por
tanto, estos medios podrían ser creados a través de la moneda
complementaria y de proyectos de moneda alternativa, pero también
podrían ser inventados y conectados entre sí a partir de lo que ya
existe. Por eso decimos que D-Cent tiene un enfoque modular para el
desarrollo de las herramientas.
Así
que no desarrollamos un solo producto que solucione todos los
problemas. Más bien desmontamos las partes de un problema y
desarrollamos componentes tecnológicos específicos dedicados a
hacer una sola cosa, y a hacerla bien. Así tenemos la administración
única de identidad mediante entrada única en Internet, la
notificación
de incidencias según los informes de actividad y
otras como
Freecoin,
por supuesto, que es la moneda social, lo que da una transparencia
sobre el contexto en el que se produce el intercambio entre las
personas y permite a la comunidad visualizar de qué manera circula
el valor.
La cartera social Freecoin
El
tema de la transparencia es sin duda de gran importancia. Pero esta
no tiene por sí sola un impacto político. No basta con ser
políticamente conscientes de lo que está ocurriendo. La
transparencia debe ir asociada al concepto de integridad contextual,
de la
privacidad.
Y sin embargo, la transparencia es necesaria en el
ámbito de los comunes y en un contexto
público
porque la gente necesita llegar a un consenso informado siendo
conscientes de lo que está ocurriendo; necesitan también ser
capaces de seguir el flujo de los recursos y la manera en que estos
son asignados.
Y
en este sentido, lo que determina el resultado final es la confianza.
No existe una batalla en Europa –y yo espero que no vuelva a
producirse una nunca más– pero sí existe un reto.
El reto apunta
a que en los últimos 50 años de la financiación [pública]
debieron haber surgido unas realidades, pero que esto no ocurrió
porque no hicimos un seguimiento adecuado de estos fondos, a dónde
iban, o si no fueron bien gastados, o no fueron gastados en absoluto.
Así que el reto consiste en realidad en crear un proceso de
transparencia para esta suerte de intercambio mutuo de recursos y
para el crecimiento que Europa quiere estimular por todo el espectro
de su comunidad. También consiste en entender cómo se podrían mejorar los lugares en los que nos fijamos mediante la concesión de recursos.
Hay
relatos que hemos observado desde D-Cent al analizar y participar en
los procesos de Europa, especialmente en Finlandia, Islandia y
España. Hemos constatado la existencia de diversos procesos. La
mayoría ya existían antes, por supuesto, y nosotros nos unimos a
unos procesos que se habían autoorganizado previamente. En Islandia, el
Partido Pirata ya había llegado al Parlamento con este enfoque muy
claro de plantear un proceso participativo y de formar alianzas y
adoptar posturas éticas con los movimientos verdes de su país,
abriendo posibilidades de participación para la ciudadanía a través
de mecanismos de toma de decisiones. Nosotros llegamos en esas
circunstancias para articular con ellos, pero comprendíamos que no
íbamos a ofrecer una solución definitiva. Al contrario, quizá
ellos tenían algo que enseñarnos. Así que pienso, cuando actuamos
en este campo, que sugerir que nosotros vamos a "enseñar"
a la gente de Europa a hacer estas cosas constituye un relato tóxico.
Sería completamente tóxico. Es necesario observar lo que ya existe,
aprender de esas lecciones... quizás intentar construir las
herramientas que puedan conectar con todo ello. Y de dotar de una voz
a esas realidades que no están representadas porque en el paisaje
mediático de los grandes magnates solo hay lugar para las historias
de éxito de aquellas mismas personas que producen los medios,
mientras que las otras son personas comunes y corrientes. Pensemos en
España, que constituye un gran caso. La gente se puso en marcha con
el movimiento de los indignados del 15 de mayo de 2011.
Salieron a
las plazas a protestar por la crisis financiera, la austeridad y el
hecho de que ellos tuvieran que pagar por la crisis de confianza que enfrentaban los bancos. Ellos demostraron que la confianza
existe en abundancia en los movimientos de base, que las personas pueden confiar
entre ellas hasta el punto organizar una acampada en una plaza sin
que hubiera problemas entre ellos hasta que llegó la policía y los
golpeó. Era una gran demostración de la riqueza de un
Estado impulsado por los comunes.
Y estas personas han conseguido, en el plazo de 5 años, constituir
una asamblea, comprender y definir sus objetivos, crear un partido,
más partidos como Podemos, que fue el iniciador, y luego surgieron
otros partidos en torno a distintas preocupaciones, hasta que
llegaron al poder en ciudades como Barcelona y Madrid, y también en
el Parlamento Europeo. Estas personas pasaron de ser unos movimientos
nacidos en la calle a ser capaces de establecer un relato, adquirir
el lenguaje de las instituciones y sentarse en la mesa para presentar
a sus votantes y a los asuntos que les conciernen. Pienso que la
gente [de la calle] es el futuro de la política en Europa. No
podemos seguir tratando solo con burocracias que tienen experiencia,
pero que están distanciadas del sentimiento de la gente de la calle.
Algoritmos y política
Existe una intensa negociación política en
los algoritmos porque,
en realidad, ellos realizan todos los cálculos en los que se basan
nuestra declaración de impuestos, las facturas del gas y de la
luz... todo es hecho con algoritmos, con la operación de contar y
luego generar una factura que debemos pagar si queremos participar en
la sociedad. Lamentablemente es verdad que una buena parte de las
negociaciones políticas reside actualmente en el algoritmo. Por una
parte debemos combatir esto –y esto lo digo como programador– y
mantener siempre la suposición de [que existe] un “mundo abierto”,
teniendo en cuenta que siempre existe lo desconocido, que no lo
sabemos todo y que no podemos subsumir el mundo de las posibilidades
en unas cuantas reglas. Siempre debe dejarse un canal abierto que
permita la interacción humana y la posibilidad de renegociar las
reglas. Y aunque suene socialista (lo que Foucault definía como un
socialismo de parches ("patchwork"), para que exista un
gobierno es necesario que exista la posibilidad de formular esos
“parches”. Por otra parte, pienso que necesitamos más educación
acerca de la creación de los algoritmos, y también necesitamos más
lenguajes humanos, con un enfoque más humano –incluso posthumano–
que incluya a todas las otras formas de vida que pueden articularse
en esta formulación. El
lenguaje es, pues, muy importante; la elección del lenguaje que
empleamos para formular estas reglas, la arquitectura posibilitada
por estas reglas, así como su funcionamiento y la manera en que
somos capaces de negociarlas en sentido político. Yo
sugiero tres soluciones básicas: En primer lugar, mantener la
“suposición de un mundo abierto”, seguido de una mayor educación
sobre estos procesos, y no solo en lo técnico, sino en lo relativo a
la tecnopolítica, a la educación tecnosocial.
Debemos trascender el
concepto de la tecnología como un ámbito en sí mismo. La
tecnología está afectando a todo el espectro porque hablamos de un
híbrido que afecta tanto a las Ciencias como a las Humanidades cada
vez que fabricamos un nuevo dispositivo y lo ponemos en manos de la
gente. Y en tercer lugar, por supuesto, están los lenguajes. Hay que
ser más conscientes del lenguaje y de las modalidades que empleamos.
En D-Cent lo hemos hecho. Al elegir el dialecto LISP, hemos adoptado
un lenguaje funcional, no imperativo y sin Estado, lo cual deja menos
espacio para incurrir en errores de programación. Los problemas
fueron resueltos mediante suites
de testeo completo. Cada parte del código es testeada con todas sus
posibles entradas y salidas... y por supuesto, asumimos que puede
haber más... de modo que nos tomamos un tiempo para producir la
tecnología. No vamos sacándonos conejos de la manga sino que
preferimos trabajar de manera constante.
[...]
El futuro del dinero
Hablando
honestamente y con una agenda abierta: nuestra visión acerca del
futuro [del] dinero, es especialmente la que se refleja en nuestro
[proyecto] Dindi en el observatorio. Y siguiendo las enseñanzas de
Bernard Lietaer y de Margrit Kennedy, dos investigadores que se
centraron en este problema antes que nosotros, tenemos una
visión de monedas múltiples, una visión que privilegia la
formación de valor basándose en los valores tangibles que
encontramos en nuestra vida diaria. Es un intento de volver a
conectar con el valor de cambio, el medio por el valor, con los
procesos de producción y no como una abstracción completa, que ha
sido bautizada como “financiarización” a partir de los trabajos
de David Haken y Christian Marazzi. Es necesario distanciarnos de esa
abstracción y hacer que la gente vuelva a conectar con los procesos
de toma de decisiones propios de la democracia, y también con la
asignación de valor en las transacciones.
Quizá
no podamos salvar aquello que llamamos las finanzas, pero debemos
reinventar
un contexto en el que las transacciones de valor puedan ocurrir.
Ciertamente, no estamos proponiendo un horizonte como el que proponen
el FMI y otras instituciones que cultivan la masa monetaria a nivel
mundial y [el sistema de] créditos. No visualizamos un futuro con
una moneda única que representaría la totalidad de los deseos
humanos, los sistemas de valor y todo aquello que circula en torno a
ello. Ese medio, que es uno entre una diversidad de medios, debería
ser un “medio húmedo” como lo define Roy Ascott. Debería ser
más maleable o adaptable a las situaciones reales. Sus operaciones
no deberían ser realizadas por calculadoras ultrarrápidas, sino que
debería ir al ritmo de la producción humana. Y en el punto en que
hoy nos encontramos, para que esto ocurra debemos admitir la
posibilidad de tener monedas complementarias, e incluso programas de
moneda alternativa.
A
lo largo de casi 3 años de investigación en D-Cent he aprendido que
existe una forma de ser activista en la calle, que es algo que solía
hacer antes de involucrarme en este proyecto que cuenta con fondos de
la Comisión Europea. Hay una manera de hacer que estas cuestiones
sean tratadas en los lugares donde se toman las decisiones. Los
votantes deberían tener siempre cabida en estos lugares, pues son
ellos quienes habitan la Europa de hoy. Se trata del proceso de
construcción de una comunidad política. Y yo he aprendido que no
debemos abandonar la idea de Europa. Debemos estar allí,
organizarnos, representarnos a nosotros mismos, validar nuestras
ideas, nuestras investigaciones, quizá refinando nuestras
expectativas mediante un proceso que puede ser científico, y también
interdisciplinario, lo que es muy importante si queremos seguir
siendo escuchados por el Consejo [Europeo]. Y para ser realmente
escuchados debemos movilizar a la gente en un número suficiente. El
diálogo tiene que provenir de ambas partes. Yo he comprendido la
importancia del carácter interdisciplinario en todo esto. No es
posible trabajar con una sola persona, y además, el Arte es de gran
importancia.
Todos estos movimientos solo son capaces de imaginar mundos posibles,
dejar atrás la estrechez de criterios y proponer nuevos vectores de
investigación que superen lo que se ha hecho tradicionalmente... Es
una capacidad que es atributo de los artistas, y por eso debemos
incluirlos. Un artista no solo se ocupa de difundir un proyecto. Un
artista de verdad toma parte en el diseño, concibe un proceso a
partir de una visión imaginativa.