18 noviembre 2014

Tecnologías 3D y ley de oferta y demanda en el mercado del carbono

En vísperas de inaugurarse la Conferencia de la ONU sobre el cambio climático (COP 20), que se celebrará en Lima del 1 al 12 de diciembre, dos noticias merecen ser destacadas respecto a la medición de las emisiones de carbono en la atmósfera. Las emisiones constituyen una de las mayores causas del calentamiento global, lo cual ya está teniendo repercusiones catastróficas en la economía y en el clima, y por ende, en la continuidad de la vida en varias zonas del planeta.
Cartografía en 3D del Carnegie Airborne Observatory (CAO). Fuente: National Geographic

Un equipo de científicos del Carnegie Institute for Science de la Universidad de Stanford ha desarrollado una técnica en 3-D de cartografiado del carbono atmosférico en los bosques amazónicos de Perú, lo cual permite medir las emisiones y la preservación del carbono con el fin de que el país sea compensado por las cantidades almacenadas en sus territorios. Se ha comprobado que la cantidad almacenada en los bosques supera los millones de toneladas de carbono emitidas anualmente por un solo país, EE. UU., uno de los mayores emisores a nivel mundial. El modelo desarrollado podrá ser utilizado, con algunas adaptaciones, por otros países que buscan realizar dichas mediciones.

Así, junto al ya existente observatorio satelital de la NASA, el observatorio aéreo Carnegie (CAO en sus siglas en inglés) permite disponer de los mecanismos de observación de cómo nuestro planeta literalmente respira; la implantación de alta tecnología digital permitirá medir con gran precisión las emisiones de carbono y poder desarrollar aun más el llamado “mercado del carbono”, establecido en la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático, y de programas de reducción de emisiones y deforestación como ONU-REDD.

El ciclo del carbono a nivel planetario

Cuando observamos periódicamente la cantidad de CO 2 que se encuentra en la atmósfera lo que hacemos es observar la respiración del planeta.

En lo que atañe a la negociación de precios relativos a las [así llamadas] "compensaciones de carbono", países como el Perú van a necesitar conocer con gran precisión el carbono contenIdo en sus bosques. Solo así podrá este ser valorado en los mercados globales post Kyoto a unos precios competitivos, lo cual constituirá un incentivo para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. 

Existe tanto un aspecto de oferta como de demanda en el programa REDD. En lo relativo a la oferta, países como el Perú deben especificar la extensión del área que está siendo preservada de la deforestación y aportar pruebas de que esas tierras van a ser protegidas permanentemente. Por el lado de la demanda, los países industrializados que sobrepasan las emisiones anuales de carbono acordadas deberán otorgar créditos a países como el Perú por las compensaciones de carbono que estos realizan al preservar esas tierras.

Sin embargo, no existen hasta hoy ni los mecanismos financieros ni unos topes a las emisiones de cada país que puedan hacer que un programa de reducción de emisiones como REDD funcione satisfactoriamente. Y es ese precisamente el asunto que deberá ser negociado en la COP20 de Lima.



El avión del proyecto CAO. Fuente: National Geographic

“En la Conferencia COP20 de Lima queremos seguir adelante con este proyecto y trataremos de llegar a un acuerdo global (sobre financiación y emisiones) en la COP21 de París el año próximo”, explica Chris Meyer, un experto en políticas de reducción de emisiones y deforestación. “Y para conseguirlo, se requiere que mejoremos nuestra capacidad de medir las existencias de carbono y su densidad”; y en eso, el trabajo de científicos como los de los proyectos del Carnegie y la NASA son líderes en la creación de nuevas tecnologías que permitan realizar unas mediciones vitales para la continuidad de la vida en toda su diversidad, y como condición de la habitabilidad de nuestra tierra. Hagamos números, pues. De ello depende la calidad de vida de las generaciones futuras, entendida y deseada bajo el concepto del Buen vivir.


14 noviembre 2014

Capitalismo del siglo XXI y base tributaria

[reedición del reportaje sobre la OCDE publicado en nov. de 2014]


La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) dio a conocer a mediados de octubre pasado las primeras recomendaciones emanadas del proyecto BEPS 2014, que estudia la erosión de la base tributaria, los desplazamientos de los beneficios empresariales y sus repercusiones en las haciendas públicas nacionales.

Se trata de las primeras recomendaciones, de una serie de quince, que buscan un enfoque global coordinado en la lucha contra la evasión fiscal por parte de las empresas multinacionales. El proyecto, a cargo de la Comisión para asuntos fiscales de la OCDE, tiene por objetivo ofrecer a los gobiernos soluciones internacionales sobre fiscalidad. Sus análisis se centran en las estrategias que las corporaciones diseñan, aprovechando los vacíos legales o las brechas en el sistema tributario, con el fin de desplazar sus beneficios a plazas en las que reciben un trato fiscal más favorable.

El trabajo de BEPS responde a un Plan de Acción que fue respaldado por los países del G20 en julio de 2013, en el que se identificaron quince áreas claves que debían ser abordadas para el año 2015, y siete acciones a ser entregadas en setiembre de 2014. Los primeros siete informes del Proyecto BEPS fueron consensuados por 44 países que trabajaron en igualdad de condiciones (incluyendo a todos los países miembros de la OCDE, los países candidatos y los países del G20) en un período intenso de consultas con los países en desarrollo, las empresas, las oenegés y otras partes interesadas.



¿Qué es la OCDE?


La OCDE empieza a ser un horizonte ineludible para las democracias con economías emergentes que buscan poner de relieve sus logros a través del liderazgo y la cooperación multilateral en el escenario de la nueva globalización. Hace poco lo comentaba la ministra de la Presidencia de Gobierno de Colombia María Lorena Gutiérrez. Mucho más que el simbólico gesto de hacer sonar la campana en una sesión de la bolsa de Wall Street (una deseada oportunidad de figurar en los medios para más de un jefe corporativo acunado por el poder político emergente), la OCDE cuenta con el prestigio de haber promovido las políticas que fueron la punta de lanza de la reconstrucción europea tras el final de la Segunda Guerra Mundial a mediados del siglo pasado.

Al introducir las políticas de desarrollo y gobernabilidad regional, las democracias de Europa superaron las penurias de la posguerra, en tiempos del Plan Marshall americano, y el milagro alemán plasmó la imagen de una región del mundo que reemergía como potencia tecnológica y cultural, y era un ejemplo del Estado del bienestar que se forjó –y funcionó-- durante casi cuatro décadas. Entonces los vientos cambiaron, con los políticas promovidas por los economistas de la Escuela de Chicago y su neoliberal ataque al Estado como protagonista innecesario del buen gobierno; ello trajo las consecuencias conocidas hoy de sobras, tanto en el Nuevo Mundo como en el Viejo Continente: disciplina fiscal sin contemplaciones que destruye el empleo y afecta a los sectores más débiles de la sociedad, mano libre para los oligopolios y sometimiento de los gobiernos nacionales a los dogmas de las leyes del mercado y al dictado de las recomendaciones técnicas de instituciones ya caducas como el FMI y las agencias de calificación de la deuda estratosférica originada en el propio sistema bancario y sus jugadas financieras; todo ello desembocó en la crisis del crédito de 2008-2010 que hoy amenaza con sumir a Europa en la tercera recesión en una década.

A pesar de todo ello, sigue adelante el proyecto de incorporar a más democracias en el grupo de países que gozan de paz, seguridad, bienestar y justicia conforme a los lineamientos de la economía de mercado y el Estado de derecho que propugna la OCDE. Tras Japón en 1962, se incorporaron otros países del ámbito extraeuropeo: Australia en 1971, México en 1994 y Chile en 2003. Más recientemente, han presentado su candidatura Lituania, Rusia (que se cayó del G8 por sus veleidades imperiales en Ucrania) y Colombia, que camina esperanzada hacia unos acuerdos de paz que pongan fin a las cuatro décadas de violencia y guerrilla que atenazaron al país andino; asimismo, el mandato bajo el cual opera la OCDE (el de los países miembros del G-8/7) se ha visto ampliado desde la última crisis en que recibieron el encargo de los países del G-20 reunidos en Londres en 2010, de actuar frente a los desafíos de la globalización tras estallar la crisis del crédito en 2008. Por esta razón, hoy más que nunca, ha llegado el momento de revisar multilateralmente las cuestiones sobre fiscalidad, y de dotar a los gobiernos de medidas consensuadas internacionalmente para combatir las prácticas de evasión fiscal de las grandes corporaciones gracias a sus ilimitados recursos legales, que erosionan las bases tributarias de los estados, dañan la capacidad de hacer frente a los desafíos de toda sociedad cohesionada, y mantienen en la impunidad al 1 % más rico del planeta.

Los siete informes de la OCDE


El Centro para la política fiscal de la OCDE presentó siete informes, que proponen las siguientes acciones:

  • 1.    Abordar los desafíos de la economía digital (Acción primera)
  • 2.    Asegurar la coherencia entre la tributación de los ingresos de las corporaciones a nivel internacional, mediante nuevos modelos de fiscalidad y tratados comerciales que pongan fin a los llamados hybrid mismatch arrangements. (Acción segunda).  Estos arreglos permiten que, mediante unos instrumentos híbridos de préstamo, un grupo de empresas pueda crear artificialmente créditos fiscales para una empresa subsidiaria. Esta práctica compromete miles de millones de dólares cada año;
  • 3.    Revertir las prácticas tributarias dañinas (Acción quinta);
  • 4.    Realinear la fiscalidad en lo sustantivo y relevante con el fin de restaurar los beneficios deseados a partir de unos estándares internacionales, y prevenir el abuso de los tratados sobre fiscalidad (Acción sexta). El abuso de los tratados constituye un juego para los abogados de las grandes corporaciones; en lugar de usar la vía bilateral, que puede resultar más costosa, se recurre a un tercer país, gracias al cual desaparecen las obligaciones tributarias.
  • 5.    Asegurar que los resultados de los precios de transferencia se corresponden con la creación de valor mediante acciones que aborden problemas de transferencia de precios en el ámbito clave de los bienes intangibles (Acción octava);
  • 6.    Mejorar la transparencia de las administraciones tributarias e incrementar la certeza y la predictibilidad de los contribuyentes a través de una documentación sobre transferencia de precios y una plantilla para la elaboración de informes por país (Acción 13); y
  • 7.    Facilitar la implementación de las acciones de BEPS mediante un informe de viabilidad para desarrollar un instrumento multilateral que enmiende los tratados bilaterales de fiscalidad (Acción 15). 

10 noviembre 2014

La propuesta de Thomas Piketty: un impuesto global al capital






















En 2013 el economista francés Thomas Piketty publicó El capital en el siglo XXI, cuya edición en español acaba de ser presentada por RBA ediciones. La extensa obra (970 páginas) es un análisis histórico-económico en el que su autor postula el principio de desigualdad valiéndose de una ecuación comprobada, la de que las rentas del capital siempre superan el crecimiento económico. Entrevistado por Ignacio Xavier Vidal-Folch en El País, Piketty señala que “los patrimonios inmobiliarios, bursátiles, y financieros aumentan mucho más rápido (y los más altos, mucho más de prisa) que otras rentas”, como las del trabajo, por ejemplo. Sin embargo, el diagnóstico de Piketty sobre la desigualdad en los ingresos ha sido rebatido por el Nobel de economía Joseph Stiglitz

En su primera propuesta contra el retorno de la desigualdad, Piketty propone establecer un impuesto global y progresivo sobre el patrimonio a nivel mundial; a ello debe añadirse la difusión de la educación y la inversión en el conocimiento, dos de los mecanismos más decisivos para la reducción de las desigualdades.

El economista plantea un property tax a la inglesa, que permita modernizar el esquema impositivo y transformar estos impuestos en un impuesto progresivo y global que grave todos los distintos activos patrimoniales netos, puesto que estos se han ido diversificando a medida que el capitalismo financiero diversificaba sus productos. Piketty estima que con un impuesto así, la Unión Europea podría recaudar un 2 % de su PIB, lo cual equivale a dos ejercicios presupuestarios, y se acerca al paquete de 300.000 millones de euros de inversión propuesto por el presidente Jean-Claude Juncker para relanzar la economía europea. Los patrimonios podrían afrontar fácilmente esa cuantía. Si las grandes fortunas crecen anualmente entre un 6 % y un 8 %, “un impuesto de un 1 % no sería confiscatorio, ni mucho menos”, señala el autor.

El impuesto mundial sobre el patrimonio es técnicamente menos complicado que la Tasa Tobin o impuesto sobre las transacciones financieras. Además introduciría más transparencia financiera y se sabría el origen de cada elemento del capital.
Los tratados como el TTIP (acuerdo transatlántico EE.UU. – Unión Europea  para el comercio y la inversión) constituyen una oportunidad para introducir una mayor justicia fiscal y más transparencia financiera (algo que ya están incorporando en sus discusiones y análisis estratégicos las nuevas agrupaciones políticas como Podemos en España, que emergen tras la ruina del bipartidismo político en ese país). Según Piketty, en estos tratados de liberalización comercial es importante incorporar también el capítulo impositivo.

Sus ideas han sido fuertemente contestadas desde las filas del neoliberalismo económico, en momentos en que se han dado a conocer investigaciones sobre los acuerdos que suscriben las grandes empresas multinacionales con países que ofrecen grandes atractivos fiscales para evadir el pago de impuestos. 

Siguiendo el tema de este debate, la semana pasada se supo que Luxemburgo, un país miembro de la Unión Europea, ha ofrecido a corporaciones como IKEA, Pepsi y FedEx este tipo de acuerdos fiscales privados conocidos como tax rulings o confort letters. El problema no sería tal si no fuera porque, además, dichos acuerdos fueron fraguados durante el gobierno del entonces primer ministro Jean-Claude Juncker, quien actualmente preside la Comisión Europea y es quien debe liderar la financiación de los presupuestos de la Comunidad Europea en el ámbito de la más estricta disciplina fiscal. El Gobierno de Luxemburgo se ha apresurado en descalificar las revelaciones por ser ilegales; además, justifica los acuerdos como una práctica habitual para dotar de seguridad jurídica y empresarial a las corporaciones y atraer sus inversiones en el país.

La noticia publicada por el New York Times señala que durante los mandatos del señor Juncker y de su sucesor  en el cargo de primer ministro se aprobaron planes para permitir la evasión fiscal que favoreciera a las grandes corporaciones, quienes contabilizan en ese país la mayor parte de sus ingresos desde pequeñas oficinas en las que trabajan equipos de contables y abogados a pesar de tener un volumen de negocios poco significativo en Luxemburgo.


Capitalismo del siglo XXI y base tributaria


Por su parte, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) dio a conocer a mediados de octubre pasado las primeras recomendaciones emanadas del proyecto BEPS 2014, que estudia la erosión de la base tributaria, los desplazamientos de los beneficios empresariales y sus repercusiones en las haciendas públicas nacionales.
Se trata de las primeras recomendaciones, de una serie de quince, que buscan un enfoque global coordinado en la lucha contra la evasión fiscal por parte de las empresas multinacionales. El proyecto, a cargo de la Comisión para asuntos fiscales de la OCDE, tiene por objetivo ofrecer a los gobiernos soluciones internacionales sobre fiscalidad. Sus análisis se centran en las estrategias que las corporaciones diseñan, aprovechando los vacíos legales o las brechas en el sistema tributario, con el fin de desplazar sus beneficios a plazas en las que reciben un trato fiscal más favorable.

El trabajo de BEPS responde a un Plan de Acción que fue respaldado por los países del G20 en julio de 2013, en el que se identificaron quince áreas claves que debían ser abordadas para el año 2015, y siete acciones a ser entregadas en setiembre de 2014. Los primeros siete informes del Proyecto BEPS fueron consensuados por 44 países que trabajaron en igualdad de condiciones (incluyendo a todos los países miembros de la OCDE, los países candidatos y los países del G20) en un período intenso de consultas con los países en desarrollo, las empresas, las oenegés y otras partes interesadas.


¿Qué es la OCDE?


La OCDE empieza a ser un horizonte ineludible para las democracias con economías emergentes que buscan poner de relieve sus logros a través del liderazgo y la cooperación multilateral en el escenario de la nueva globalización. Hace poco lo comentaba la ministra de la Presidencia de Gobierno de Colombia María Lorena Gutiérrez. Mucho más que el simbólico gesto de hacer sonar la campana en una sesión de la bolsa de Wall Street (una deseada oportunidad de figurar en los medios para más de un jefe corporativo acunado por el poder político emergente), la OCDE cuenta con el prestigio de haber promovido las políticas que fueron la punta de lanza de la reconstrucción europea tras el final de la Segunda Guerra Mundial a mediados del siglo pasado.

Al introducir las políticas de desarrollo y gobernabilidad regional, las democracias de Europa superaron las penurias de la posguerra, en tiempos del Plan Marshall americano, y el milagro alemán plasmó la imagen de una región del mundo que reemergía como potencia tecnológica y cultural, y era un ejemplo del Estado del bienestar que se forjó –y funcionó-- durante casi cuatro décadas. Entonces los vientos cambiaron, con los políticas promovidas por los economistas de la Escuela de Chicago y su neoliberal ataque al Estado como protagonista innecesario del buen gobierno; ello trajo las consecuencias conocidas hoy de sobras, tanto en el Nuevo Mundo como en el Viejo Continente: disciplina fiscal sin contemplaciones que destruye el empleo y afecta a los sectores más débiles de la sociedad, mano libre para los oligopolios y sometimiento de los gobiernos nacionales a los dogmas de las leyes del mercado y al dictado de las recomendaciones técnicas de instituciones ya caducas como el FMI y las agencias de calificación de la deuda estratosférica originada en el propio sistema bancario y sus jugadas financieras; todo ello desembocó en la crisis del crédito de 2008-2010 que hoy amenaza con sumir a Europa en la tercera recesión en una década.

A pesar de todo ello, sigue adelante el proyecto de incorporar a más democracias en el grupo de países que gozan de paz, seguridad, bienestar y justicia conforme a los lineamientos de la economía de mercado y el Estado de derecho que propugna la OCDE. Tras Japón en 1962, se incorporaron otros países del ámbito extraeuropeo: Australia en 1971, México en 1994 y Chile en 2003. Más recientemente, han presentado su candidatura Lituania, Rusia (que se cayó del G8 por sus veleidades imperiales en Ucrania) y Colombia, que camina esperanzada hacia unos acuerdos de paz que pongan fin a las cuatro décadas de violencia y guerrilla que atenazaron al país andino; asimismo, el mandato bajo el cual opera la OCDE (el de los países miembros del G-8/7) se ha visto ampliado desde la última crisis en que recibieron el encargo de los países del G-20 reunidos en Londres en 2010, de actuar frente a los desafíos de la globalización tras estallar la crisis del crédito en 2008.

Por esta razón, hoy más que nunca, ha llegado el momento de revisar multilateralmente las cuestiones sobre fiscalidad, y de dotar a los gobiernos de medidas consensuadas internacionalmente para combatir las prácticas de evasión fiscal de las grandes corporaciones gracias a sus ilimitados recursos legales, que erosionan las bases tributarias de los estados, dañan la capacidad de hacer frente a los desafíos de toda sociedad cohesionada, y mantienen en la impunidad al 1 % más rico del planeta.

Los siete informes de la OCDE


El Centro para la política fiscal de la OCDE presentó siete informes, que proponen las siguientes acciones:

  • 1.    Abordar los desafíos de la economía digital (Acción primera)
  • 2.    Asegurar la coherencia entre la tributación de los ingresos de las corporaciones a nivel internacional, mediante nuevos modelos de fiscalidad y tratados comerciales que pongan fin a los llamados hybrid mismatch arrangements. (Acción segunda).  Estos arreglos permiten que, mediante unos instrumentos híbridos de préstamo, un grupo de empresas pueda crear artificialmente créditos fiscales para una empresa subsidiaria. Esta práctica compromete miles de millones de dólares cada año;
  • 3.    Revertir las prácticas tributarias dañinas (Acción quinta);
  • 4.    Realinear la fiscalidad en lo sustantivo y relevante con el fin de restaurar los beneficios deseados a partir de unos estándares internacionales, y prevenir el abuso de los tratados sobre fiscalidad (Acción sexta). El abuso de los tratados constituye un juego para los abogados de las grandes corporaciones; en lugar de usar la vía bilateral, que puede resultar más costosa, se recurre a un tercer país, gracias al cual desaparecen las obligaciones tributarias.
  • 5.    Asegurar que los resultados de los precios de transferencia se corresponden con la creación de valor mediante acciones que aborden problemas de transferencia de precios en el ámbito clave de los bienes intangibles (Acción octava);
  • 6.    Mejorar la transparencia de las administraciones tributarias e incrementar la certeza y la predictibilidad de los contribuyentes a través de una documentación sobre transferencia de precios y una plantilla para la elaboración de informes por país (Acción 13); y
  • 7.    Facilitar la implementación de las acciones de BEPS mediante un informe de viabilidad para desarrollar un instrumento multilateral que enmiende los tratados bilaterales de fiscalidad (Acción 15). 

06 octubre 2014

Alerta en el Alto Ucayali




Los líderes de cuatro comunidades ashaninka y apolima arara de la zona fronteriza de Perú y Brasil han solicitado a los gobiernos de sus respectivos países que esclarezcan los hechos y lleven ante la justicia a los culpables del asesinato de cuatro líderes comunitarios peruanos de Saweto (distrito de Masisea, Alto Ucayali), ocurrido el 1 de setiembre en territorio peruano.

Los cuerpos de Edwin Chota, Leoncio Quinticima, Francisco Pinedo y Jorge Ríos fueron hallados en la quebrada Cayanya, una zona dominada por las mafias del narcotráfico y la tala ilegal de madera. Las víctimas se dirigían a una reunión binacional de dirigentes de sus comunidades cuando fueron interceptados y asesinados de un tiro en la nuca.

En su comunicado de repudio, los líderes indígenas exigen la protección de las familias de las víctimas, que los títulos de sus tierras en el Alto Tamaya sean emitidos de manera inmediata y que las autoridades de ambos países persigan y combatan toda actividad ilegal en la región fronteriza con el fin de restablecer la paz y la seguridad para todos los habitantes de sus territorios.

El líder ashaninka Edwin Chota (foto: La República)
Asimismo, señalan la urgente necesidad de que los gobiernos de ambos países identifiquen a las organizaciones criminales que operan en la región de Saweto, las cuales actúan presuntamente desde territorio brasileño. Por ello también exigen que el Gobierno de Brasil proceda a instalar en el municipio brasileño de Marecha Thaumaturgo puestos de la FUNAI, la Policía Federal y el IBAMA que hagan posible la fiscalización y la orientación en el uso de los recursos naturales de la región, con estricto respeto de los acuerdos existentes entre ambos países en materia de protección de los pueblos indígenas y de los recursos naturales de las zonas fronterizas.

Los líderes van más allá en su denuncia y reclamo de justicia, pues exigen que se investigue por negligencia a los organismos gubernamentales y las ONG que han ignorado la creciente inseguridad en la región, que amenaza a sus comunidades.

Firman el comunicado:

Tierra Indígena Kampa del río Amonia (pueblo ashaninka de Brasil)
Tierra Indígena Apolima del río Amonia (pueblo apolima arara de Brasil)
Tierra Indígena Sawawa, Hito 40 (pueblo ashaninka de Perú)
Tierra Indígena Shawaya, Hito 40 (pueblo ashaninka de Perú)

Para saber más:

25 septiembre 2014

Réquiem por la biblioteca pública

En el año 2013 se publicó Génesis, un hermoso libro de fotografías de la editorial Taschen que recoge los trabajos del fotógrafo brasileño Sebastião Salgado. Como ya ocurrió en pasadas entregas (por ejemplo, tras la publicación de Éxodos en el año 2000), de modo simultáneo a la aparición del libro, Salgado ha programado exposiciones de sus trabajos en diversas capitales del mundo, y en esta ocasión se estrena además la película que el director Wim Wenders dedica a la figura del fotógrafo y su trabajo, que fue premiada en el Festival de Cannes de este año.

En una década en que la industria editorial está migrando hacia el eBook, --un cambio sin precedentes en la industria del libro y en los hábitos de consumo de las obras culturales impresas--, Salgado aún apuesta por el libro de arte. Por supuesto, éste solo sería accesible a unos cuantos privilegiados (el precio de la edición de artista de este libro en el mercado alcanza los 8 500 euros, con una selección de tres de sus fotos en impresión de gelatina de plata) si no existieran bibliotecas públicas como la Tecla Sala en mi barrio de l’Hospitalet, ciudad vecina a Barcelona que forma parte de la red de bibliotecas municipales de la Diputación Provincial de Barcelona.

Esto me lleva hacer un apunte sobre la biblioteca pública en España, y que en Cataluña es una institución civil que nos ha dejado un fabuloso legado cultural; sus profesionales de la biblioteconomía no cesan de revalorizarla en su incansable labor de defensa, custodia y conservación de dicho patrimonio. Con la introducción de su catálogo digital Aladino, los fondos bibliográficos y de películas y grabaciones se han hecho más accesibles, mejor clasificados y disponibles a un extenso número y variedad de usuarios, además de añadir una serie de recursos digitales muy bien organizados y consultables online

La antigua fábrica de hilados de Tecla Sala en l'Hospitalet, reconvertida en biblioteca y centro de arte.

¿Derechos de autor a costa de recortar un servicio público?


El sistema de bibliotecas populares en España se enfrenta ahora al cambio de paradigma en el uso y disfrute de las obras como consecuencia de la aplicación de la Ley del libro y de la Ley de Propiedad Intelectual (que a su vez responden a una transposición de la normativa europea). El Real decreto recientemente promulgado que regula la remuneración para autores por el préstamo público de libros físicos establece que las bibliotecas se verán obligadas a pagar un canon anual en concepto de derechos de autor que reducirá dramáticamente los ya de por sí magros presupuestos para la adquisición de nuevos libros y la renovación de sus fondos. Dicho canon no goza de la aprobación de los bibliotecarios y las administraciones que gestionan las bibliotecas públicas, pues estas dudan que dicha remuneración sea únicamente en beneficio de los autores sino que se compensará por decreto a las empresas editoriales que se encuentran en plena reestructuración de su industria por el proceso de cambio en los hábitos de consumo de libros al introducirse el libro digital en el mercado.

No hay duda de que la remuneración por derechos de propiedad intelectual, cuando se aplica correctamente, contribuye a la difusión y la creación del conocimiento y la cultura. El problema en España reside en el recelo que inspiran las entidades gestoras de dichos derechos y en lo oneroso que puede resultar el cálculo de la remuneración para las administraciones a cargo de las bibliotecas. Por ejemplo, desde el año 2011 la justicia española y la Agencia tributaria vienen investigando a la junta directiva de la Sociedad General de Autores y Editores (artistas y profesionales de la industria musical y del audiovisual) por haber montado un entramado societario que desvío más de 30 millones de euros de los fondos de la entidad. Cuando se destapó el caso, ya eran de conocimiento público --y tema de chistes-- los excesos por el cobro de derechos de autor que llegaban a encarecer incluso los permisos para poner música grabada en fiestas de boda y otros eventos privados.

La Ley de Propiedad Intelectual fue fuertemente contestada por la opinión pública en España y constituyó un quebradero de cabeza para el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, lo cual finalmente condujo a dar carpetazo al canon digital. En un país con el segundo coste más alto de Europa para el acceso a la banda ancha de Internet, los usuarios no perciben que sea un delito o conducta reprobable hacerse con películas, series o música desde las Webs de descargas gratuitas. Pero volviendo al tema de los libros y las bibliotecas públicas, las mencionadas entidades de gestión han decidido oponerse a la LPI que ahora se tramita en el Senado y pedir su retirada, entre otras razones, por la insistencia de la Ley en exigir la compensación por copia privada y porque no se tuvo en cuenta a sus recomendaciones.

Para curarme de tanto espanto por el desaguisado jurídico-legal, me encaminé a la biblioteca de Tecla Sala y allí me instalé en una de sus confortables butacas, donde pude disfrutar del magnífico libro de Salgado que saqué de la sección de Fotografía y Arte. En otro apunte les contaré mis experiencias de viaje con el maravilloso libro. 

30 agosto 2014

Las Humanidades: ¿Sin futuro en las universidades del siglo XXI?


Franciabigio, Retrato de un joven escribiendo (1522)

En el año 2008 el profesor Jordi Llovet se despidió de sus 43 años de vida universitaria con la publicación de Adiós a la universidad: el eclipse de las humanidades, publicado en 2011.
Pongo este resumen a disposición de mis amigos docentes peruanos, quienes están a punto de celebrar asambleas estatutarias generales, según lo prescrito por la nueva Ley universitaria promulgada en el mes de julio pasado.

Tuve la suerte de asistir a las clases de Literatura Comparada del profesor Llovet en la Universidad de Barcelona; un año después ocurrían en muchas ciudades universitarias europeas las protestas estudiantiles por el Plan Bolonia, que es como se conoce a la normativa que implantó el Espacio Europeo de Educación Superior, y en cuyo proceso nuestro autor tuvo un protagonismo relevante que queda bien documentado en este libro. Jordi Llovet fue pionero en los estudios de Literatura Comparada en Cataluña, y por eso narra el difícil encaje de éstos en una institución universitaria aquejada por la segregación de las facultades de Letras y sometida al dictamen burocrático de agencias pedagógicas como la inefable ANECA (la agencia española que evalúa la calidad y las acreditaciones en la educación).


Este libro reúne “un conjunto de reflexiones que pueden ser útiles para hacer más dignas las condiciones en que se desarrolla la vida de los estudiantes universitarios y el quehacer de los profesionales de la enseñanza superior  y de la educación secundaria”.

Adiós a la universidad nos permite dar una mirada al estado actual de las humanidades en la educación universitaria y vislumbrar cuál será el destino de los conocimientos acumulados por la cultura y el pensamiento en Occidente. En una época de agendas neoliberales, con el triunfo del individualismo acendrado limitado a los análisis de coste-beneficio, no es de extrañar el actual declive de los estudios de humanidades en el ámbito universitario, el cual han analizado Llovet y otros académicos de ambos lados del Atlántico.

Una definición fundamental merece ser citada aquí. ¿Cuál ha sido la función de la educación en los últimos veintitrés siglos de civilización?:
              “En el siglo IV aC, Aristóteles había escrito que el propósito fundamental de toda educación debía de ser el de crear hombres instruidos, educados en la virtud y capaces de satisfacer determinadas necesidades propias de toda sociedad. Estas tres determinaciones de la educación –el progreso del conocimiento, una buena preparación para la justa observación de un código de conducta social, moral y religiosa, y el adiestramiento para realizar tareas profesionales cualificadas– parece haber sido el trasfondo programático sobre el que debería discurrir la vida universitaria, sus planes de estudio y su incardinación en la vida social.”
El autor remarca que este ideal en realidad solo fue alcanzado en algunos momentos de la historia de la universidad europea, especialmente en el período humanista, y muy particularmente en academias privadas en las que se educaba la aristocracia, durante los años de la Ilustración, también en academias parauniversitarias,  y por último, en la universidad alemana inspirada en el modelo de Wilhelm von Humboldt. Esta reforma universitaria del estado prusiano fue la última en ser exportada a muchos de los países del continente europeo. No obstante, Llovet lamenta que, con el malogrado Plan Bolonia, será difícil que retornen las pautas humanísticas que determinaron la formación de las élites culturales de Europa desde los tiempos de Roma hasta mediados del siglo XX.

Seminarios y cursos propedéuticos

La universidad alemana del siglo XIX fue innovadora al introducir dos tipos de cursos: por una parte los cursos propedéuticos (en los dos primeros años de la carrera), y por otra, los seminarios, que fomentaban la discusión entre profesores y alumnos y estimulaban la investigación en cualquier rama del saber, todo ello asignando un papel fundamental a la Filosofía y las Letras.  Para estos estudiosos, el fin último y bien máximo de la universidad era “el arte de la crítica, de la discriminación entre lo verdadero y lo falso, lo útil y lo inútil, y la subordinación de lo más importante a lo que no es importante”, en palabras de Fichte.

Para Friedrich Schleiermacher  (1768-1834, teólogo alemán y padre de la hermenéutica moderna), el ideal de la erudición requería mucho estudio y “solo entonces se podría adquirir la habilidad de realizar investigaciones, alcanzar la innovación y presentarla a los demás al tiempo que se genera conocimiento gracias al estudio de las cosas por sí mismas”, y ello constituye la tarea fundamental de la universidad. Sin embargo, Llovet observa que ya entonces el pensador alemán advertía sobre los efectos del predominio del “espíritu profesional” en las facultades universitarias, que conducía a una estrechez en el conjunto de los estudios.

La inversión del valor entre los pragmáticos y los sabios

Llovet constata que en la actualidad las profesiones que vinculan a la universidad con la sociedad dentro de los parámetros de su progreso económico y su bienestar material forman un ramo privilegiado (economistas, abogados, médicos o ingenieros, frente a los --menos valorados-- docentes, filósofos, artistas, músicos, o curadores de ediciones, por citar algunos ejemplos).
Pero al analizar la relación entre las distintas ramas del saber, de la sociedad o la política, o entre las maneras de ordenar el trabajo a lo largo de la historia de Occidente, Llovet explica que:
              “en Grecia, Roma, la Edad Media, el Renacimiento, la Ilustración, o en tiempos de los primeros románticos, los filósofos, hombres de letras, profesores, artistas o eruditos no eran vistos como un grupo de personas indeseables, ni se pensaba que los profesionales “pragmáticos” fuesen tan valiosos como hoy en día se les considera. Ocurría más bien todo lo contrario: no olvidemos que la palabra negocio es una forma negativa de la palabra latina “ocio” (nec-otium); el buen ciudadano romano […] era aquel que se dedicaba a actividades intelectuales o legislativas –no siempre pagadas– y en Roma se consideraba una verdadera desgracia que un ciudadano libre tuviera que dedicarse a lo que todos los jóvenes de hoy quieren dedicarse, con maestrías incluidas, es decir, a los negocios y a ganar dinero: Beatus ille qui procul negotiis… (El verso inicial del poema de Horacio “Feliz el hombre que alejado de los negocios…”). Los ciudadanos romanos que se dedicaban al estudio, a la filosofía o a la literatura eran considerados la flor y nata del ordenamiento social de su tiempo y recibían un calificativo que aún hoy empleamos para designar las obras de calidad que provienen de la tradición: las llamamos “los clásicos”, una denominación que deriva de la forma en que se llamaba a los ciudadanos romanos de primera categoría, siempre ociosos, los classici”.
Llovet describe acuciosamente (en virtud de sus amplios conocimientos como editor de las obras de Kafka, Canetti, Flaubert y Baudelaire), el papel de los intelectuales en las sociedades posteriores a la Revolución Francesa y señala la paradoja de que sea justamente la democracia el sistema político que ha sido el menos favorable a la proliferación de la intelectualidad. Para ello cita los escritos de Gustave Flaubert y la defensa de la libertad de espíritu que éste hace en su obra Razones y osadías. En el siglo XIX se viven tiempos de “inflación del mito del Progreso”, un rasgo que caracterizó a las revoluciones burguesas de 1848 en Europa, y que “atentaba indisimuladamente contra aquello que debería estar presente, sin ninguna excusa, en cualquier régimen democrático verdadero: la soberanía intelectual de los ciudadanos considerados individualmente, y no a paladas, o peor aún, transformados en masa”.

Ya en el siglo XX, Elías Canetti también postularía que al escritor, y por extensión, al intelectual, ya no le quedaba otro papel que el de ser “custodio de las metamorfosis”. Por eso Llovet  opina que “el mejor servicio que la universidad puede prestarle a la sociedad en el momento histórico presente, y sobre todo en las facultades de letras, sería simplemente convertir a los estudiantes en personas suficientemente pertrechadas intelectualmente para poder hacer frente a la amenaza de disgregación de la soberanía intelectual que planea por encima del individuo contemporáneo”.

¿Ciudadanos con discernimiento en la sociedad tecnológica?

En este contexto, Llovet se felicita de que en Europa hayan nacido en las últimas décadas una serie de instituciones parauniversitarias o extrauniversitarias “en las que se practica una genuina pasión por el saber que es muy superior a la que hoy permite la vida universitaria en las facultades de Humanidades.” La lista de museos, institutos, centros de cultura contemporánea, talleres de artistas y espacios comunitarios para la práctica del arte es interminable y permite abrigar esperanzas por ver resurgir los estudios de humanidades desde una iniciativa ciudadana.

Aquí Llovet no ahorra críticas a  los dirigentes políticos de España en materia de educación pública (especialmente en los campos de la lengua, la literatura, la historia y la filosofía) por mostrarse excesivamente “complacientes” en el uso de los medios audiovisuales y por “menospreciar el propio lenguaje y todas sus posibilidades”. Y nos recuerda:
              “No es necesario remitir a los lectores a los grandes filósofos del lenguaje del romanticismo alemán, con Humboldt en primer lugar, para asumir que es difícil creer en la existencia de cualquier tipo de conocimiento racional fuera de las categorías lingüísticas; pero esto es lo que ha ocurrido en las últimas décadas, un fenómeno que parece, de momento, irreversible. Han emergido supuestos campos de un supuesto saber que se encuentran del todo desvinculados del lenguaje, y al mismo tiempo, la práctica y los métodos del saber fundados en el valor epistemológico, discursivo y dialéctico, tanto de la lengua como del habla […] (piénsese en el estudio de la literatura, en el terreno de la pedagogía, pero también en el campo de la psiquiatría), han perdido crédito”. 
En cuanto a la introducción en la educación a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y su alcance o eficacia en las sociedades democráticas (hoy llamadas sociedades abiertas por oposición al viejo orden aristocrático, de carácter cerrado socialmente), nuestro autor no puede ser más ilustrativo al darnos la siguiente perspectiva histórica:
              “Al costado de la aceptación de estos nuevos instrumentos, aparece la defensa indiscriminada y banal de la democracia como garantía del acceso universal al saber: una falacia. Es imposible construir una democracia sólida, perdurable y solvente sin tener presente que, antes que nada, la democracia debería ser el régimen político que asegurase el buen funcionamiento de la res pública (cosa pública) sobre la base indefectible de la soberanía intelectual de todos y cada uno de los miembros de una sociedad. Hace más de un siglo y medio que la democracia ha dejado de honrar este a priori, pero […] el hecho que las democracias contemporáneas se hayan desvirtuado no le resta ni un ápice de verdad a la aserción que acabamos de formular. Sin una ciudadanía emancipada desde el punto de vista intelectual, toda democracia tiende a la plutocracia, a la burocracia o a las diferentes o más sutiles formas de totalitarismo”.
Vemos así como la cultura de masas, multiplicada exponencialmente a través de Internet, ha llegado a producir lo que podríamos denominar la civilización del “ignorante informado global”; en ella se persigue mantener al público entretenido y presto a participar ávidamente de la sociedad de consumo promovida desde los medios de comunicación, y para quienes hoy se añaden los encantos de Internet y todos los artefactos teleinformáticos que se requieran para estar “conectados al mundo“ y librarnos así en familia a espectaculares pulsiones consumistas. 

Jordi Llovet alerta de la desaparación de las competencias lingüísticas en la era del homo technologicus y propone "el retorno a una pedagogía centrada en el lenguaje y en todo lo que ésta es capaz de generar --literatura, elocuencia, moral, filología, filosofía, hermenéutica y discurso histórico". Todo depende de qué civilización y qué cultura deseamos para las próximas generaciones o si nos contentamos con el panorama que hoy se dibuja, y que ha terminado por afectar el discurso público hasta reducirlo al nivel de las disputas de tráfico. 



23 marzo 2014

The Impostor







Se estrena en Londres El Gesticulador, obra escrita en 1938 por el dramaturgo mexicano Rodolfo Usigli. La versión inglesa, traducida por la actriz y dramaturga Mary Ann Vargas, se presenta del 27 al 29 de marzo bajo el título The Impostor, con el elenco del Platform Theatre de la University of the Arts de Londres.








Son rasgos distintivos del teatro latinoamericano su querencia por la tradición oral, el humor introspectivo y la capacidad de apropiación y de absorción de las más diversas culturas. Cuando a finales del siglo pasado se difuminó la frontera trazada por los críticos entre el teatro universitario, "de pelucones", y el teatro de público serio, la dramaturgia latinoamericana alcanzó la síntesis que ha permitido la eclosión del actual panorama teatral del subcontinente, donde destacan dramaturgos y artistas de nivel extraordinario como Claudio Tolcachir en Argentina, Alberto Isola en Perú y la pléyade de centros de creación teatral que producen obras colectivas y de autor, y entre los cuales destaca el grupo Yuyachkani. Este movimiento creativo alcanza también para insuflar una nueva vitalidad a las composiciones musicales en formato de ópera u oratorio. A inicios del siglo XXI, obras como las del compositor Oswaldo Golijov (Aindamar, estrenada en el Festival de Tanglewood en 2003, y La Pasión según San Marcos, de 2008)  o la ópera  Manuela y Simón, del compositor ecuatoriano Diego Luzuriaga, estrenada en 2006, han iluminado el panorama de la lírica contemporánea. 




Mary Ann Vargas afirma que, con la excepción del teatro del Siglo de oro, el teatro en lengua española es muy poco conocido en la lengua de Shakespeare, y de allí cobra fuerza la idea de traducir El gesticulador y traerla nuevamente a un público que desconoce la tradición teatral latinoamericana. Con 20 años de residencia en Londres, la actriz y dramaturga se ha propuesto dar a conocer al público anglosajón los clásicos del teatro latinoamericano contemporáneo, una tarea que ella inició en 1988 cuando tradujo al inglés Bodas de sangre, de Federico García Lorca, para el Asian Cooperative Theatre de la capital británica.


"No puedes traducir sin saber para quién traduces."  En su trayectoria profesional, Vargas se ha planteado retos como el de trasladar el ritmo del verso isabelino de Shakespeare a la lengua española: "posiblemente la poesía de Nicanor Parra" nos puede dar la clave, afirma.


Escuche la entrevista con Mary Ann Vargas, autora de la versión inglesa titulada The Impostor, en ocasión de su estreno en el Platform Theatre de la Universidad de las Artes de Londres. Fuente: Londres así

06 marzo 2014

No querer escribir

El profesor Jordi Llovet  publica semanalmente su columna Marginalia en la edición catalana del suplemento cultural Quaderns, del diario El País. Cada entrega es un  ejemplo de concisión periodística, con brillantes comentarios sobre la literatura universal vinculados al panorama editorial de Barcelona y los últimos títulos que allí se publican.
Ofrecemos aquí una traducción de su artículo sobre el mal de No voler escriure, aparecido originalmente en catalán en la edición del 13 de febrero de 2014.

No querer escribir
Jordi Llovet

El mal de no desear escribir ni una sola línea es relativamente moderno: podría situarse en plena crisis romántica, cuando los teóricos de la literatura postularon el rechazo de las retóricas y las poéticas de la tradición clásica en defensa de una mezcla excesivamente laxa de los géneros literarios. Y especialmente, al proscribir el lema igualmente clásico del ut pictura poesis [i] se adentraron en una indecorosa exposición del yo –por supuesto, este yo debía ser hallado antes, algo que John Keats, por ejemplo, consideraba del todo imposible: “El poeta no tiene identidad”, decía-- . En definitiva, [los teóricos] depositaron en la subjetividad  todo aquello que el clasicismo siempre había delegado en la objetividad, la realidad y las cosas palpables, que son ellas mismas pre espirituales si así puede decirse. Añadamos a ello un factor de gran importancia: cuando la burguesía ascendió tanto en los talleres del arte como como en los salones de lectura, se produjo un dinamismo editorial que no se había visto desde la época de la impresión de libros religiosos en los siglos XVI y XVII, o de panfletos políticos (Voltaire) en el siglo XVIII.

Preservada de todo peligro durante todo el siglo XIX a causa de su anclaje en la materia verbal, la literatura sobrevivió en unos parámetros realistas que hasta hoy día nos sorprenden y nos producen satisfacción. Por el contrario, el arte pictórico inició una carrera –tal vez inaugurada por Turner, y después multiplicada por todos los ismos que ya conocemos, desde los intencionales hasta los expresivos--  que acabó, como todo el mundo sabe, en una suerte de juegos olímpicos  que pueden resumirse en unas pocas palabras: “A ver quién salta más lejos” . Como decíamos, a pesar de los vanguardismos y los superrealismos, la literatura nunca dejo de estar bajo las leyes de la mímesis, tan estimada por Eric Auerbach: en medio de las turbulencias de la modernidad del primer cuarto del siglo, ni Thomas Mann ni Franz Kafka dejaron de inclinarse ante el prestigio de Theodor Fontane o de Charles Dickens, respectivamente. Estos invitaban y aun invitan a todos [a participar] en la mesa de la creación.
Pero es cierto que la literatura también fue tocada desde inicios del siglo XX por el anhelo de hacer alguna cosa “nunca vista”. Así vieron la luz las grandes obras de Proust, de Virginia Woolf, de Robert Musil o de Joyce: los ingleses los llaman modernists en alusión a ese afán de estar siempre al día. Y es así que en vista de la producción de todos estos monstruos, los escritores lo tuvieron muy difícil. Como el eco de una frase de Melville que sirve para otra cosa, más bien ligada a la burocracia y el capitalismo, --I would prefer not to--  muchos escritores se vieron literalmente apartados de su alma mater, la madre nutricia del espíritu.

Así proliferaron los casos de silencios anunciados, deseados, profetizados o autoimpuestos: desde Hofmannsthal (Carta de lord Chandos) hasta Marcel Bénabou (Por qué no he escrito ninguno de mis libros), Jacques Vaché o Félicien Marboeuf , pasando por Gide (Paludes), Valéry (Monsieur Teste) y hasta Thomas Mann (Tonio Kröger y Doktor Faustus); también por Marcel Duchamp, como emblema del artista que prefería limitarse al arte de respirar el aire, que está en todas partes y es gratuito, antes que quemarse las pestañas inventándose una nueva Mariée mise à nu

De este fenómeno habla un libro magnífico de Jean-Yves Jouannais, amigo de Enrique Vila-Matas (et pour cause!) recién editado por Acantilado: Artistas sin obra: “I would prefer not to”, traducido por Carlos Ollo Razquin, Barcelona, 2014. El libro de Jouannais  podría inducir a nuestros escritores hamletianos a dejar de escribir, pero más bien moverá a reflexionar a los futuros escritores  sobre las exigencias del arte en un momento histórico en el que sobran escritores, faltan lectores, cierran editoriales y librerías y, en general, todo se ha vuelto tecnológico y electrónico. Para decirlo en palabras de Heidegger, hoy el reto está en “re espiritualizarse”. El terreno del arte –escrito, musical o pictórico-- es el campo ideal para una tarea de esta clase, para dejar de lado, con prudencia, la religión. Así, este libro resumido a la perfección en el prólogo de Vila-Matas, debe ser considerado más como un estímulo que como una traba a la creación. Pero eso sí: hoy más que nunca, el arte está obligado a perseguir la perfección.




[i] N. del T.: Tópico horaciano que se traduce en español  como “La poesía como la pintura”.