30 mayo 2008

Otro activista gay defensor de los tratamientos del VIH/SIDA asesinado por la homofobia en el Caribe














Solomon Wellington Adderly, fundador de la Red de personas con VIH de Bahamas y miembro de la Coalición Internacional por el Acceso a los Tratamiemtos del VIH, fue asesinado a cuchilladas en su propia casa hace una semana.
Son las consecuencias de una legislación retrógrada y trasnochada que penaliza las relaciones homosexuales y produce este horror del siglo XXI en los paraísos turísticos del Caribe.

En varios paises del Caribe, sigue imparable la serie de atentados contra activistas homosexuales que se han hecho visibles en su comunidad por defender el acceso a los tratamientos del VIH. Así lo documenta la sección lgbt de Human Rights Watch

Desde Costa Rica, Richard Stern nos hace llegar esta emotiva reflexión.

El asesinato de Solomon Wellington Adderly en las Bahamas

Los activistas del sida en el Caribe van siendo asesinados de uno en uno. El asesinato de Wellington es sólo el último de una sucesión de crímenes que viene ocurriendo desde hace años. Al mismo tiempo miles de turistas gays o con VIH llegan desde EE UU, Canadá y Europa a las playas de estos países, arrobados por su encanto y sin importarles el hecho de que otras personas como ellos, pero nacidas en estos países, viven con temor y constantemente aterrorizados, sometidas a leyes arcaicas que penalizan la homosexualidad consentida entre adultos y que justifican de este modo de manera tácita estas muertes.

Los funcionarios gubernamentales de alto rango e incluso los funcionarios que trabajan en organizaciones regionales e internacionales sobre el sida como el CARICOM y otras, se mantienen pasivos y perciben sus sueldos, mientras ocasionalmente se refieren en voz baja a esta tragedia y expresan inconsecuentes condolencias. Estos funcionarios y sus contrapartes regionales, que supuestamente trabajan para detener la epidemia, demuestran ser unos cobardes, pues podrían emplear tanto su influencia como su poder para exigir públicamente que estas arcaicas leyes antihomosexuales sean eliminadas de una vez por todas. Pero ellos prefieren permanecer en silencio. Podrían calificar estos crímenes como crímenes de odio y exigir que se promulguen leyes contra esta clase de crimen en sus países, pero no lo hacen. Podrían manifestarse públicamente y exigir que se realicen investigaciones internacionales acerca de estas muertes, pues la policía local es tan homofóbica como aquellos que cometen estos crímenes. Pero no desean hacerlo o no quieren asumir su responsabilidad por estos asesinatos.

¿Y qué decir de la industria turística de EE UU y Europa, que reporta millones de dólares a las Bahamas, Jamaica y otras islas anglófonas para pagar los sueldos de estos funcionarios indiferentes y cobardes que toleran el asesinato de estos líderes, así como el asesinato de cientos de otras personas gays menos conocidas? ¿Dónde queda su rabia ante los asesinatos de otros como ellos, gays, lesbianas o personas con VIH de esos países a los que envían a miles de turistas? ¿Por qué no se escandalizan ante estas leyes arcaicas que avalan una cultura de impunidad que beneficia a quienes cometen estos crímenes de odio? ¿Quién educará a estos turistas respecto al destino del dinero que ellos pagan? Las cadenas de hoteles, las compañías aéreas, los operadores turísticos locales, todos son cómplices por igual en este proceso de “limpieza étnica” contra las minorías sexuales y las PVVS, pues han abandonado su responsabilidad en la defensa de unos estándares morales básicos cuando se trata de la repercusión indirecta que tienen sus propias acciones.

Cada una de las webs, o los folletos o anuncios turísticos del Caribe tienen la responsabilidad ética de advertir en letra impresa que las relaciones homosexuales consentidas entre adultos son ilegales y están penadas con cárcel en los países específicos en donde ellos promocionan sus servicios. Los turistas gays que gastan sus dólares nunca son arrestados, lo sabemos, pero estos turistas y quienes los respaldan deben ser advertidos de que existen leyes locales que son utilizadas para aterrorizar y, en última instancia, eliminar de manera sistemática a otras personas gays y lesbianas del país.

Richard Stern
San Jose, Costa Rica

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