Ochenta años de minería moderna en los Andes peruanos condenan a sus habitantes al olvido y la enfermedad
Cuando conocí esta zona del Peru a los 11 años,ya hacía más de 50 que se explotaban y transformaban los minerales de las minas establecidas en los departamentos de Junín y Pasco. Eran complejos mineros enormes que pertenecían a corporaciones americanas y británicas, los que Mariátegui denominó "enclaves", y que tenían su propio sistema de gobierno. Nada más llegar a La Oroya, se te metía por la nariz un olor acre y sulfuroso. La carretera de La Oroya a Cerro de Pasco pasaba por la hermosa laguna de Junin, un paraíso acuático de aguas azules y patos salvajes a 3.500 metros de altura en los Andes. Todo eso ya no existe. Los vertidos de las industrias asesinaron el lago y su ecosistema.
Después de las décadas transcurridas, de nacionalizaciones, y reprivatizaciones, el resultado final coloca a La Oroya como la ciudad más tóxica de latinoamérica. Sus pobladores se mueren o nacen condenados a vivir en condiciones insalubres. Ni la nueva compañía minera propietaria de las minas (Doe Run), ni lo que es peor, el Estado peruano, han hecho caso de los fallos de los tribunales.
Este fotorreportaje apareció en El País el 6 de junio de 2008:
Salvemos La Oroya