23 abril 2021

Elecciones peruanas de 2021: La democracia en suspenso

 

Han transcurrido apenas 10 días desde que se conocieran con suficiente certeza los nombres de los dos candidatos ahora proclamados para competir en una segunda vuelta electoral por la presidencia del Perú prevista para el seis de junio próximo. Pedro Castillo, de Perú Libre, obtuvo los votos del 10,9 por ciento, mientras que por la candidata de Fuerza Popular, Keiko Fujimori, votó el 7,6 por ciento del electorado peruano. Estas cifras revelan que ambos candidatos han obtenido una proporción ínfima de los votos  de los electores hábiles, cuyo número total este año la oficina de procesos electorales (ONPE) cifra en 24.520.719 electores.
 
Un análisis comparativo de Gustavo Gorriti sobre los resultados de las cinco últimas elecciones generales (desde el año 2001) señala que: «En patente contraste con todas las elecciones anteriores, el ganador y el segundo puesto de la primera vuelta de 2021 sumaron apenas el 18,5% de todos los electores hábiles en el país. En cualquier otra elección, esos porcentajes no les hubieran dado más allá del tercer o cuarto puesto de la contienda electoral, dependiendo del número de candidatos».

¿Cómo se eligen los dirigentes políticos en el Perú? ¿Por qué salen tantos candidatos postizos»?
El dilema al que los electores peruanos se enfrentan en la segunda vuelta tiene que ver con la representación, que desde el año 2001, es dudosa y sufriente. Dos de cada tres personas no se sienten representadas por las personas que conforman el Congreso, el cual es hoy un parlamento unicameral, producto de la interrupción de la democracia con el autogolpe de Alberto Fujimori en 1992. Ahora, esa crisis de representación se extiende y afecta a la propia contienda por la presidencia de la república, en circunstancias agravadas por la crisis sanitaria y humanitaria del SARS-CoV-2 que se ha cebado en el Perú y en muchas ciudades de América Latina.

El analista político Percy Medina explica cómo, cuando se le pregunta a las personas por la satisfacción en relación con su voto, muchas señalan no sentirse satisfechas con lo que votaron. Al final, «solo uno de cada tres votantes elige el Congreso. [...] La gente no tiene opciones relevantes entre las cuales elegir. La oferta que dan los partidos no es adecuada (según estudios cualitativos sobre temas de representación política). Nuestros partidos colapsaron en los años 90 y no nos hemos querido dar cuenta», sostiene el experto. «En 40 años no han surgido organizaciones políticas relevantes que tengan vida interna, relación con la ciudadanía o con las organizaciones sociales, que seleccionen las candidaturas en elecciones internas, no en unas elecciones de lista única porque allí no hay competencia ni democracia interna. ¿Cómo se eligen los dirigentes políticos en el Perú? ¿Por qué salen tantos candidatos postizos»?

Llegados a este punto crítico, Gorriti opina que el proceso de las elecciones generales del 11 de abril ha sido irregular, pues ninguno de los dos candidatos ha llegado a sacar una mayoría de votos aceptable respecto al resto del pelotón de candidatos presidenciales (19); tal como se nos plantea la segunda vuelta electoral, en realidad ésta puede ser una trampa. «Estamos en una nación enferma, infectada y debilitada por el ataque de la peste y la incompetencia de sus gobernantes para enfrentarla, donde [...] dos políticos minoritarios, enfrentados entre sí pueden llevar, por la izquierda o la derecha, a la democracia al despeñadero».

¿Veremos una movilización intensa? ¿Tenemos una sociedad civil organizada y vigilante? 

 



 
En una reciente conferencia organizada por la Universidad de Harvard, el historiador Alberto Vergara describió el Perú como un país que se encuentra en bancarrota social, política y moral. A ello debe sumarse el concepto de electorado precario, acuñado por él, y que sirve para darle nombre a lo que nos revelan los estudios electorales. Sin embargo, Vergara también hace un llamado a «ponerle el voto caro» a Castillo y Fujimori y a ser cautos con el falso dilema que se presenta a los electores en la segunda vuelta. ¿Es posible esperar la acción de una ciudadanía organizada en estas circunstancias de emergencia y con no pocas garantías suspendidas? Para Gorriti, la respuesta está en el voto:

«Nuestro voto, el voto en defensa de la democracia, es un arma no solo poderosa sino decisiva, y no debemos usarla antes de tiempo. Si lo hacemos, convertimos el arma en un regalo, quedamos inermes y sometemos nuestro destino».

En la misma conferencia, la ex ministra de economía y finanzas, Mª Antonieta Alva Luperdi, se refirió a la urgente necesidad de atender los dos pilares de la economía y el Estado peruanos: por una parte, la mejora del propio Estado para garantizar servicios públicos de calidad, y por otra, analizar las reglas de funcionamiento del sector privado. Luperdi señaló que, en el Perú, cada uno de los agentes económicos persigue sus propias agendas y «no se tiene una visión compartida del país que queremos [...] falta una visión programática, no hay voluntad de cambiar el statu quo» (el estado de las relaciones entre sector público y sector privado).

Tuvo que ocurrir una crisis sanitaria como el Sars-CoV-2 para que se viera lo endeble de los pilares sobre los que se asienta nuestra economía y el Estado, creando una situación de desamparo muy grande para los peruanos. Luperdi enumera los carencias observadas: una regresión absoluta de la política, dificultad para hacer reformas desde el Congreso (como ocurrió con la interrumpida reforma política) y retroceso en la descentralización del Estado. No existe la noción del interés público; la lacra del privilegio entre quienes acceden a un órgano del Estado es patente (siendo el caso de las vacunas de Sinopharm el último ejemplo vergonzoso); y cómo olvidarlo, la maquinaria de las empresas privadas, que recurre a sus estudios de abogados para no pagar impuestos.

Este es el terrible panorama que nuestros candidatos deberían considerar hoy con carácter de urgencia. No podemos entregarle a ninguno de ellos la máxima magistratura del Estado, sin saber de antemano las lineas básicas sobre las que sustentará su acción de  Gobierno. Debemos conocer sus opiniones y posturas respecto a la profunda crisis del país y los compromisos que están dispuestos a alcanzar para enfrentarla y resolverla. Ojalá la prensa peruana libre se aplique a la tarea de hacernos partícipes de este necesario escrutinio público. Dejando de lado el espectáculo y la propaganda, actuando como el poder que se le supone a los medios en una democracia saludable.

Gorriti, por su parte, confía en que exista una sociedad civil democrática que no permitirá la toma del poder bajo la apariencia de unas elecciones libres, pero cuyos candidatos son, hasta ahora, una peligrosa incógnita para la continuidad del Estado de derecho. Es crucial «una movilización intensa, en izquierda, centro y derecha, para lograrlo»; para defender la democracia en una coyuntura en la que ambos candidatos encienden todas las alarmas. Hay suficientes indicios para sospechar que ellos pondrían en peligro nuestra frágil democracia si no se pusieran controles y contrapesos a sus actos: por la carencia o el incumplimiento de sus programas electorales, porque no hacen reconocimiento de la grave crisis sanitaria ni de la importancia de la lucha contra la corrupción iniciada desde el caso Lava Jato y el Club de la construcción. ¿Cómo estar seguros de que, una vez que alcanzaran el poder, no se valdrían de todas las artimañas a su alcance para evadir el curso de los procesos judiciales o para interrumpir el orden constitucional?

Gobernabilidad, continuidad... ¿o suspender el proceso y prolongar la transición?


Podemos exigir a los candidatos, AHORA, que firmen un Pacto de Gobernabilidad que sea evaluado a los dos años (dentro del marco del Pacto ético electoral suscrito por los partidos políticos): comprometerlos a que no apreten los botones rojos para disolver el Congreso ni para presentar cuestión de confianza como arma arrojadiza; ¿Avanzar en las reformas del sistema político? Sí. Desentrañar las endemoniadas trampas del sistema electoral, de la inscripción de partidos y la conformación de sus listas y bancadas partidarias; acordar mecanismos de consulta y participación ciudadana para la reforma de la Constitución y del régimen político dentro del marco admitido por la ley; y por imperativo humanitario, definir una Hoja de ruta para dar respuesta a la crisis sanitaria por la COVID-19, con el compromiso de dar continuidad e impulso al despliegue de los programas iniciados por el Gobierno de Transición en cuanto a compras de vacunas, calendarios de vacunación, investigación en vigilancia genómica para detectar las variantes o cepas del Sars-CoV-2, pruebas diagnósticas y rastreo de personas infectadas; y por supuesto seguir aplicando las medidas económicas para hacer frente a las cuarentenas sanitarias mientras dure la pandemia.

De todas estas tareas pendientes, deberán salir las preguntas con las que emplazaremos a ambos candidatos desde ahora para conocer su compromiso. Si incumplieran el sagrado deber y las promesas arrancadas, entonces la ciudadanía tendría mayores motivos para ahondar en su malestar. Y si así fuera, es de esperar que prevalezca el espíritu de la #GeneracióndelBicentenario.

Lea el artículo completo de Gustavo Gorriti publicado en id-l Reporteros

12 marzo 2021

La democracia en su encrucijada

Tres semanas después del asalto al Capitolio en Washington, mientras las cámaras parlamentarias se reunían para confirmar a Joseph Biden como presidente electo de los Estados Unidos, Shoshana Zuboff, autora de La era del capitalismo de la vigilancia (2019), publicaba un artículo en la edición dominical del New York Times, titulado «El golpe del que nadie habla».

 

Wikimedia Commons - Public Domain, 2011


Como profesora emérita e investigadora en la escuela de negocios de la Universidad de Harvard, Shoshana Zuboff ha estudiado la evolución y el crecimiento de las tecnologías digitales como la fuerza económica que ha impulsado nuestra vertiginosa transformación en una «civilización de la información». En su exhaustiva investigación del poder y la riqueza acumulados a lo largo de tres décadas, Zuboff, se refiere a los emporios de la tecnología digital nacidos en Silicon Valley, y a sus afinidades con la administración pública de los EE.UU. tras los atentados terroristas del 11 de setiembre de 2001. Su obra analiza las prioridades extractivas y predictivas del capitalismo de la vigilancia —y de los «mercados de futuros conductuales» resultantes—, diseccionando y anticipando las profundas consecuencias que este modelo de conexión digital totalizadora puede tener para las sociedades de nuestro siglo. 

En su artículo del Times, Zuboff menciona el programa Total Information Awareness de la agencia estadounidense de seguridad nacional (NSA), que en 2002 sentó las bases de lo que poco después conformaría el mecanismo de captura y análisis de datos sobre el cual se basa el «excedente conductual» que hizo posible el surgimiento del capitalismo de la vigilancia. 

«Los nuevos emporios han diseñado un golpe epistémico, fundamentalmente antidemocrático, que se caracteriza por una concentración de conocimientos sobre las personas nunca antes vista, lo cual les confiere un poder sobre el que no tienen que rendir cuentas a nadie», denuncia Zuboff. 

La gobernanza de los datos es hoy un tema recurrente en el debate público, a medida que se producen volúmenes cada vez mayores de información derivada de la vida digital de la población. ¿Cuál es el criterio que debería regir el uso, la custodia o el almacenamiento de estos datos?; cuestiones como la soberanía de datos deben atenderse en el ámbito de infraestructuras e instituciones públicas tan medulares como el National Health Service del Reino Unido, donde actualmente el gobierno está en conversaciones con empresas como Palantir (proveedora del servicio de inteligencia estadounidense) para hacerse con los datos de los usuarios de los servicios de sanidad sin que el público conozca el alcance que estos contratos pueden tener para sus derechos fundamentales. 

Zuboff insiste en la importancia de una gobernanza dentro de los márgenes de las instituciones democráticas. «En una civilización de la información, las sociedades quedan definidas por cuestiones relacionadas con el conocimiento: ¿cómo se distribuye ese conocimiento, qué autoridad debe gobernar su distribución y de qué poder está investida? ¿Quién tiene conocimiento? ¿Quién decide sobre quienes tienen conocimiento? ¿Quién decide sobre las personas que deben decidir acerca de quiénes tienen ese conocimiento? Los capitalistas de la vigilancia tienen ahora las respuestas a cada una de esas preguntas, aunque nunca fueron elegidos para gobernarnos. Esto es lo que, en esencia, es un golpe epistémico. Al afirmar que tienen derechos de propiedad sobre nuestros datos personales, se están atribuyendo la autoridad para decidir quién es el poseedor del conocimiento; y defienden esa autoridad a través del poder que tienen para ejercer control sobre sistemas e infraestructuras esenciales». Este poder se extiende hoy sobre los propios medios de comunicación, que han sido históricamente uno de los pilares sobre los cuales se asienta la democracia liberal.

 

Una verdad insoportable

Zuboff constata que, al igual que la postura adoptada por los EE.UU., la mayoría de las democracias liberales del mundo han cedido la titularidad del ámbito digital —y la capacidad de operar en él— a la economía política del capitalismo de la vigilancia privado; éste rivaliza hoy con la democracia sobre cuáles son los derechos y principios fundamentales que habrán de definir nuestro orden social en el presente siglo. 
 
Este golpe representa una amenaza para cualquier sociedad democrática. Se puede optar por tener o bien una democracia, o bien una sociedad de la vigilancia, pero ambas a la vez no son posibles. «Una sociedad de la vigilancia que sea democrática es un imposible existencial y político», advierte Zuboff. Estamos en una batalla por la esencia misma de nuestra civilización de la información, y en esta circunstancia estamos entrando en la tercera década de despliegue de esta versión más reciente del capitalismo.

Shoshana Zuboff habla de:

La seguridad global y sus patrocinadores

[…] «Tras la tragedia del 11-S, se produjo un cambio dramático en el enfoque de Washington: los debates sobre las leyes federales de privacidad fueron sustituidos por la obsesión de tener acceso ilimitado a la información [de las personas].  


[…] «El carácter revolucionario del capitalismo de la vigilancia tiene sus raíces en una doctrina política que ha sido informalmente establecida mediante el excepcionalismo otorgado a la vigilancia. El excepcionalismo permite pasar por alto los controles democráticos y, fundamentalmente, da licencia a las nuevas empresas de internet para que éstas sustraigan la experiencia humana y la transformen en datos de su propiedad».

Los lobbies

[…] «Esta licencia para robar [los datos de experiencia humana] ha tenido un precio. Por una parte, los ejecutivos de las empresas recibieron el patrocinio continuado de los reguladores y los funcionarios electos; por otra, la ignorancia sostenida, o cuando menos, la resignación aprendida por parte del público usuario. A fin de cuentas, se trataba de una doctrina política que, para ser defendida, requería la posibilidad de maniobrar políticamente en un ambiente conciliador, participativo, donde prevaleciera el espíritu inversor».

La auto regulación de la vigilancia extractiva

[…] «Pedir a una empresa de la vigilancia extractiva que descarte los contenidos [de sus plataformas digitales y sus redes sociales] es como exigir a la actividad minera que rechace sus contenedores llenos de mineral por ser demasiado sucios. Es por esta razón que la moderación de contenidos constituye un último recurso, una operación de relaciones públicas parecida a la que puso en marcha Exxon-Mobil con sus mensajes de responsabilidad social. El caso del triaje de datos de Facebook es un ejemplo de cómo se busca o bien reducir el riesgo de bajas entre los usuarios, o bien evitar las sanciones políticas. Ambas actuaciones están dirigidas a incrementar los flujos de datos, no a disminuirlos. Este imperativo extractivo actúa en combinación con la indiferencia radical observada en la carrera por crear sistemas que aumentan sin cesar el nivel de participación de los usuarios, sin importar qué tipo de contenidos sea el que atraiga su atención». 
 
Analizando los efectos destructivos de las operaciones comerciales de las redes [anti]sociales, su efecto en la democracia estadounidense y el «caos epistémico» creado durante la plaga del Sars-CoV-2 en ese país, Zuboff se muestra muy crítica con quienes los describen como el precio a pagar por la defensa de la libertad de expresión. 


El artículo de Zuboff, publicado en el Times, es un llamado a la acción; en él propone la adopción de tres principios con los que se debería iniciar la tercera década de la civilización de la información:

Tres principios para la tercera década

«En nuestra era digital, los EE.UU. y el resto de democracias liberales están quedando huérfanas de una visión política coherente que promueva los valores, los principios y los gobiernos democráticos.  


  «El lugar que debería ocupar la democracia ha quedado vacío. Llevamos dos décadas navegando con unos sistemas de vigilancia y control conductual que escapan a las obligaciones establecidas por la gobernanza democrática. Nos encontramos en la etapa final del camino que conduce a un golpe epistémico, el cual ha despojado a nuestras democracias de las cartas de derechos, de los marcos jurídicos y las formas institucionales que son necesarias para asegurarnos un futuro digital en consonancia con las aspiraciones de una sociedad democrática.
  

«Cómo hacer frente a los daños del golpe epistémico

«Primero, debemos ir al origen del flujo [o suministro] de datos para poner fin a las operaciones de recogida de datos destinadas a la vigilancia comercial.
  
«Segundo, necesitamos leyes en las que la recogida de datos esté vinculada a los derechos fundamentales, y el uso de los datos esté al servicio del público; todo ello con el fin de atender las necesidades reales de las personas y las comunidades.
 
«Por último, deben desarticularse los incentivos financieros que premian la economía de la vigilancia».


Los principios que propone Zuboff están siendo recogidos por las instituciones democráticas. La Comisión Federal de Comercio de los EE.UU. (FTC, en inglés) ha solicitado recientemente un estudio sobre las empresas de redes sociales y streaming de video, casi al mismo tiempo en que se abría un expediente judicial a Facebook en relación con sus operaciones internas. Según los funcionarios de la FTC que están investigando a las compañías de tecnología digital, las actividades de vigilancia y monetización a partir de las vidas de las personas se están realizando de manera peligrosamente opaca. 
 
Por último, Zuboff señala que ya se han presentado propuestas de ley innovadoras en la Unión Europea y en el Reino Unido que podrían incorporar los tres principios referidos. Con el marco legislativo de la UE para los servicios digitales se podría establecer una gobernanza democrática de las operaciones internas de las empresas digitales; éstas deberían ser sometidas a una auditoría integral según como lo ordenen las autoridades responsables. De este modo, «a medida que los legisladores insistan en un entorno online que sea seguro, predecible y fiable, se evitará que los derechos fundamentales y el Estado de derecho se evaporen en las ciberfronteras».