Tres
semanas después del asalto al Capitolio en Washington, mientras las
cámaras parlamentarias se reunían para confirmar a Joseph Biden
como presidente electo de los Estados Unidos, Shoshana Zuboff, autora
de La era del capitalismo
de la vigilancia (2019), publicaba un artículo en la
edición dominical del New York Times, titulado «El
golpe del que nadie habla».
Wikimedia Commons - Public Domain, 2011 |
Como profesora emérita e investigadora en la escuela de negocios de la Universidad de Harvard, Shoshana Zuboff ha estudiado la evolución y el crecimiento de las tecnologías digitales como la fuerza económica que ha impulsado nuestra vertiginosa transformación en una «civilización de la información». En su exhaustiva investigación del poder y la riqueza acumulados a lo largo de tres décadas, Zuboff, se refiere a los emporios de la tecnología digital nacidos en Silicon Valley, y a sus afinidades con la administración pública de los EE.UU. tras los atentados terroristas del 11 de setiembre de 2001. Su obra analiza las prioridades extractivas y predictivas del capitalismo de la vigilancia —y de los «mercados de futuros conductuales» resultantes—, diseccionando y anticipando las profundas consecuencias que este modelo de conexión digital totalizadora puede tener para las sociedades de nuestro siglo.
En su artículo del Times, Zuboff menciona el programa Total Information Awareness de la agencia estadounidense de seguridad nacional (NSA), que en 2002 sentó las bases de lo que poco después conformaría el mecanismo de captura y análisis de datos sobre el cual se basa el «excedente conductual» que hizo posible el surgimiento del capitalismo de la vigilancia.
«Los nuevos emporios han diseñado un golpe epistémico, fundamentalmente antidemocrático, que se caracteriza por una concentración de conocimientos sobre las personas nunca antes vista, lo cual les confiere un poder sobre el que no tienen que rendir cuentas a nadie», denuncia Zuboff.
La gobernanza de los datos es hoy un tema recurrente en el debate público, a medida que se producen volúmenes cada vez mayores de información derivada de la vida digital de la población. ¿Cuál es el criterio que debería regir el uso, la custodia o el almacenamiento de estos datos?; cuestiones como la soberanía de datos deben atenderse en el ámbito de infraestructuras e instituciones públicas tan medulares como el National Health Service del Reino Unido, donde actualmente el gobierno está en conversaciones con empresas como Palantir (proveedora del servicio de inteligencia estadounidense) para hacerse con los datos de los usuarios de los servicios de sanidad sin que el público conozca el alcance que estos contratos pueden tener para sus derechos fundamentales.
Zuboff insiste en la importancia de una gobernanza dentro de los márgenes de las instituciones democráticas. «En una civilización de la información, las sociedades quedan definidas por cuestiones relacionadas con el conocimiento: ¿cómo se distribuye ese conocimiento, qué autoridad debe gobernar su distribución y de qué poder está investida? ¿Quién tiene conocimiento? ¿Quién decide sobre quienes tienen conocimiento? ¿Quién decide sobre las personas que deben decidir acerca de quiénes tienen ese conocimiento? Los capitalistas de la vigilancia tienen ahora las respuestas a cada una de esas preguntas, aunque nunca fueron elegidos para gobernarnos. Esto es lo que, en esencia, es un golpe epistémico. Al afirmar que tienen derechos de propiedad sobre nuestros datos personales, se están atribuyendo la autoridad para decidir quién es el poseedor del conocimiento; y defienden esa autoridad a través del poder que tienen para ejercer control sobre sistemas e infraestructuras esenciales». Este poder se extiende hoy sobre los propios medios de comunicación, que han sido históricamente uno de los pilares sobre los cuales se asienta la democracia liberal.
Una verdad insoportable
Zuboff constata que, al igual que la postura adoptada por los EE.UU., la mayoría de las democracias liberales del mundo han cedido la titularidad del ámbito digital —y la capacidad de operar en él— a la economía política del capitalismo de la vigilancia privado; éste rivaliza hoy con la democracia sobre cuáles son los derechos y principios fundamentales que habrán de definir nuestro orden social en el presente siglo.
Este golpe representa una amenaza para cualquier sociedad democrática. Se puede optar por tener o bien una democracia, o bien una sociedad de la vigilancia, pero ambas a la vez no son posibles. «Una sociedad de la vigilancia que sea democrática es un imposible existencial y político», advierte Zuboff. Estamos en una batalla por la esencia misma de nuestra civilización de la información, y en esta circunstancia estamos entrando en la tercera década de despliegue de esta versión más reciente del capitalismo.
Shoshana Zuboff habla de:
La seguridad global y sus patrocinadores
[…] «Tras la tragedia del 11-S, se produjo un cambio dramático en el enfoque de Washington: los debates sobre las leyes federales de privacidad fueron sustituidos por la obsesión de tener acceso ilimitado a la información [de las personas].
[…] «El carácter revolucionario del capitalismo de la vigilancia tiene sus raíces en una doctrina política que ha sido informalmente establecida mediante el excepcionalismo otorgado a la vigilancia. El excepcionalismo permite pasar por alto los controles democráticos y, fundamentalmente, da licencia a las nuevas empresas de internet para que éstas sustraigan la experiencia humana y la transformen en datos de su propiedad».
Los lobbies
[…] «Esta licencia para robar [los datos de experiencia humana] ha tenido un precio. Por una parte, los ejecutivos de las empresas recibieron el patrocinio continuado de los reguladores y los funcionarios electos; por otra, la ignorancia sostenida, o cuando menos, la resignación aprendida por parte del público usuario. A fin de cuentas, se trataba de una doctrina política que, para ser defendida, requería la posibilidad de maniobrar políticamente en un ambiente conciliador, participativo, donde prevaleciera el espíritu inversor».
La auto regulación de la vigilancia extractiva
[…] «Pedir a una empresa de la vigilancia extractiva que descarte los contenidos [de sus plataformas digitales y sus redes sociales] es como exigir a la actividad minera que rechace sus contenedores llenos de mineral por ser demasiado sucios. Es por esta razón que la moderación de contenidos constituye un último recurso, una operación de relaciones públicas parecida a la que puso en marcha Exxon-Mobil con sus mensajes de responsabilidad social. El caso del triaje de datos de Facebook es un ejemplo de cómo se busca o bien reducir el riesgo de bajas entre los usuarios, o bien evitar las sanciones políticas. Ambas actuaciones están dirigidas a incrementar los flujos de datos, no a disminuirlos. Este imperativo extractivo actúa en combinación con la indiferencia radical observada en la carrera por crear sistemas que aumentan sin cesar el nivel de participación de los usuarios, sin importar qué tipo de contenidos sea el que atraiga su atención».
Analizando los efectos destructivos de las operaciones comerciales de las redes [anti]sociales, su efecto en la democracia estadounidense y el «caos epistémico» creado durante la plaga del Sars-CoV-2 en ese país, Zuboff se muestra muy crítica con quienes los describen como el precio a pagar por la defensa de la libertad de expresión.
El artículo de
Zuboff, publicado en el Times, es un llamado a la acción; en él propone la
adopción de tres principios con los que se debería iniciar la tercera
década de la civilización de la información:
Tres principios para la tercera década
«En nuestra era digital, los EE.UU. y el resto de democracias liberales están quedando huérfanas de una visión política coherente que promueva los valores, los principios y los gobiernos democráticos.
«El lugar que debería ocupar la democracia ha quedado vacío. Llevamos dos décadas navegando con unos sistemas de vigilancia y control conductual que escapan a las obligaciones establecidas por la gobernanza democrática. Nos encontramos en la etapa final del camino que conduce a un golpe epistémico, el cual ha despojado a nuestras democracias de las cartas de derechos, de los marcos jurídicos y las formas institucionales que son necesarias para asegurarnos un futuro digital en consonancia con las aspiraciones de una sociedad democrática.«Cómo hacer frente a los daños del golpe epistémico
«Primero, debemos ir al origen del flujo [o suministro] de datos para poner fin a las operaciones de recogida de datos destinadas a la vigilancia comercial.
«Segundo, necesitamos leyes en las que la recogida de datos esté vinculada a los derechos fundamentales, y el uso de los datos esté al servicio del público; todo ello con el fin de atender las necesidades reales de las personas y las comunidades.
«Por último, deben desarticularse los incentivos financieros que premian la economía de la vigilancia».
Los principios que propone Zuboff están siendo recogidos por las instituciones democráticas. La Comisión Federal de Comercio de los EE.UU. (FTC, en inglés) ha solicitado recientemente un estudio sobre las empresas de redes sociales y streaming de video, casi al mismo tiempo en que se abría un expediente judicial a Facebook en relación con sus operaciones internas. Según los funcionarios de la FTC que están investigando a las compañías de tecnología digital, las actividades de vigilancia y monetización a partir de las vidas de las personas se están realizando de manera peligrosamente opaca.
Por último, Zuboff señala que ya se han presentado propuestas de ley innovadoras en la Unión Europea y en el Reino Unido que podrían incorporar los tres principios referidos. Con el marco legislativo de la UE para los servicios digitales se podría establecer una gobernanza democrática de las operaciones internas de las empresas digitales; éstas deberían ser sometidas a una auditoría integral según como lo ordenen las autoridades responsables. De este modo, «a medida que los legisladores insistan en un entorno online que sea seguro, predecible y fiable, se evitará que los derechos fundamentales y el Estado de derecho se evaporen en las ciberfronteras».
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