21 marzo 2017

Datos y capitalismo cognitivo


DEBAT. Brian Eno i Evgeny Morozov Una conversa sobre tecnologia i democràcia (VO En) from CCCB on Vimeo.

Del 23 de febrero al 8 de junio se presenta un ciclo de conferencias sobre Tecnologías, Soberanía y Globalización en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. Se trata de una iniciativa de colaboración estratégica propuesta por el Internet Interdiscliplinary Institute/UOC, dirigido por el sociólogo Manuel Valls, y el Institut de Govern i Polítiques Públiques de la Universidad Autónoma de Barcelona, en la que participa una red de académicos y activistas procedentes de diversos movimientos sociales que comparten una visión estratégica en el uso de las tecnologías digitales avanzadas en favor de una agenda política, social y económica para la ciudad.


¿Qué clase de sociedad digital?


En su Plan para una sociedad basada en el procomún
Michael Bauwens y John Restakis se refieren acapitalismo cognitivo y al principio “rentista” predominante en el capital financiero global, mediante el cual se extraen las rentas de la Propiedad Intelectual (PI). Por su parte, McKenzie Wark lo describe como una lógica de “capitalismo vectorial”, donde los vectores de la comunicación están en manos de los grandes medios y las corporaciones transnacionales encargadas de organizar su producción. 

Esta primera forma de capitalismo cognitivo surgió en la época en que las redes digitales se encontraban bajo el control exclusivo de las empresas transnacionales o de unos canales públicos centralizados y administrados por los gobiernos. Eran los tiempos anteriores al “Internet de la sociedad civil” y al uso generalizado de la Web que se inició en la década de 1990. Bajo ese sistema, el beneficio del capital depende siempre de las leyes de propiedad intelectual, que son las que crean y mantienen la escasez artificial de los conocimientos técnicos, científicos o comerciales, lo cual permite unos grandes volúmenes de ganancias para los gigantes del negocio digital como Apple y Microsoft.


En un siglo en el que las ganancias resultantes de la producción industrial han disminuido notablemente, las ganancias derivadas de la PI y del control informático de las redes de producción permiten la creación de unos monopolios que producen enormes beneficios.

En nuestra actual relación con las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y los datos recogidos y almacenados por las instituciones públicas y el sector privado, la pregunta que debemos hacernos es ¿qué clase de sociedad digital queremos, cómo visualizamos nuestras vidas en relación con estas tecnologías? 


Según Francesca Bria, Comisionada de tecnología e innovación digital del Ayuntamiento de Barcelona, existen dos perspectivas sobre los datos que produce nuestra economía digital: desde una de ellas, los datos deben ser considerados como un bien común de la ciudadanía; desde la otra, lo ideal sería perpetuar el modelo de la apropiación privada a través del “extractivismo de datos” agregados (término atribuido al periodista Evgeny Morozov) que permiten a las corporaciones digitales posicionarse como intermediarias de las infraestructuras clave de nuestra economía.

La estructura económica de nuestra sociedad está en tránsito hacia la automatización y la inteligencia artificial.
Es el momento de preguntarse por el papel que hoy cumplen las cinco grandes corporaciones de Silicon Valley en nuestra economía globalizada: Amazon, Microsoft, Facebook, Apple y Google. Una reflexión ciudadana e informada nos permitirá “establecer un nuevo pacto social sobre los datos digitales y un genuino régimen público para su titularidad”, sostiene Bria.  

El músico británico Brian Eno abrió el ciclo de conferencias en una conversación con Evgeny Morozov, autor de El desengaño de Internet (Destino, 2012). El periodista de origen bielorruso inició el diálogo haciendo referencia a los vaivenes, o al flujo y reflujo de datos que alimenta la jerarquía en toda clase de intervenciones digitales; asimismo, definió la casi olvidada ciencia cibernética (precursora de la inteligencia artificial y de nuestra sociedad tecnológica actual) como el anclaje desde el cual ha sido posible difundir la idea de una “mano invisible del mercado”, que es alimentada por la ideología neoliberal desde finales del siglo XX.

Para Brian Eno, precursor de la música algorítmica, no existe una dicotomía real entre ese supuesto libre mercado y el modelo comunista-socialista que no ofrece una variedad de productos en sus estanterías: “Hoy en día nadie cree en un libre mercado absoluto”, señaló. 



Equipo de Telecomunicaciones en un pequeño Data Center. Gregory Maxwell, Wikimedia


La privacidad en Internet, ¿un asunto menor?


Evgeny Morozov: En realidad deberíamos poder situar este debate de una manera correcta… Yo me he mostrado muy crítico con las personas que toman las revelaciones de Edward Snowden como un debate limitado al tema de la privacidad… como si al resolver el problema de la privacidad pudiéramos olvidarnos de todo lo demás. Y la forma de argumentar todo esto es a través de un curioso artilugio que funciona como modelo económico. Bajo esa lógica, si Google me ofrece un servicio de correo y búsqueda en Internet fantástico, yo acepto de buen grado que ellos me espíen y recojan una parte de mis datos, y bueno…. tendré que acostumbrarme a ver anuncios en la barra lateral de mi navegador porque a fin de cuentas se trata de un intercambio o transacción (datos a cambio de servicios de Internet) en el que ambas partes quedan satisfechas. 

En la entrega de nuestros datos a cambio de  servicios de Internet existe una segunda dimensión.
Yo sostengo que este argumento presenta un defecto porque, al producirse ese intercambio, existe una segunda dimensión en la que además de entregar mis datos para ser usados por la publicidad también se los estoy dando a Google. Y Google puede crear unos sistemas de inteligencia artificial (IA), ya que son esos datos de usuario los que alimentan dichos sistemas. Así, cuando Google le propone a un hospital o a un sistema nacional de salud: ‘Si usted paga una pequeña cuota, le ofreceremos este fantástico sistema de inteligencia que le va a permitir ahorrar mucho dinero mediante el análisis por IA de todas sus historias clínicas’, en realidad estaremos pagando dos veces: la primera vez lo habremos hecho al entregar nuestros datos a cambio de los servicios que nos da Google, pero después pagaremos otra vez por los servicios adicionales que ellos implementarán en los sectores de salud, educación, transportes, o en los coches sin conductor desarrollados a través de la inteligencia artificial. 


¿Qué es la soberanía de los datos?


EM: Yo no estoy de acuerdo con situar el debate en el ámbito de la privacidad porque, tarde o temprano, las empresas de Silicon Valley van a resolver el problema de la privacidad de la única manera que ellas conocen, es decir, mediante la creación de un producto o mercancía nuevo, ofreciéndonos un servicio por el que pagaremos 100 euros al mes para no aparecer en algunas bases de datos. O tendremos un teléfono móvil que no podrá ser monitorizado, y por el cual pagaremos 2.000 euros. También tendremos un servicio de e-mail más seguro, pero solo las personas que quieran y puedan pagarlo tendrán acceso a todo esto. Mientras tanto, la totalidad de la estructura económica de nuestra sociedad será transformada y habrá una transición hacia la automatización y la inteligencia artificial. Esto se encuentra actualmente en manos de cinco grandes corporaciones americanas y de una china (Baidu), lo cual es una realidad que debe ser reconocida por los activistas de la privacidad. El problema de la privacidad puede ser resuelto a través de los mercados, pero de un manera muy limitada.


En la economía digital no es posible visualizar dónde está depositado el valor de la mercancía.



Sin embargo, esta no puede ser la única cosa que debiera preocuparnos. Por eso es importante comprender de qué manera se crea o produce el valor además de la actividad económica. Al entregar nuestros datos para que aparezcan en las bases de datos de estas empresas también creamos valor; luego estos datos son transformados en inteligencia artificial, que a su vez será ofrecida como un servicio por el que deberemos pagar. Aunque hoy prácticamente hemos perdido de vista este circuito, me parece que si volvemos sobre sus pasos podríamos llegar a comprender cómo funciona… y decidir qué tipo de luchas o batallas podríamos emprender para no quedarnos en la cuestión de la privacidad mientras perdemos todos nuestros derechos en lo relativo a los datos.

Brian Eno: En realidad, esa segunda batalla de la que hablas no es algo sobre lo que muchos de nosotros tengamos conciencia. Por ejemplo, yo no lo sabía hasta que leí tus libros. Así que estamos ante un problema nuevo, comparativamente hablando, y que recién aparece en el horizonte. ¿Quién se va a encargar de generar el debate acerca de este problema? En primer lugar, es un asunto bastante exótico y difícil de entender para la mayoría, saber cómo se posibilitan los sistemas de IA y cómo pueden ser utilizados los datos que generamos a partir de nuestras habituales transacciones on-line. Se trata de una historia muy poco conocida.

EM: Todo depende de nuestra capacidad de ser analíticos y de comprender el proceso de creación de valor. Karl Marx solía hablar del “lugar oculto de la producción”, ese lugar que nadie ve pero en el que el valor de las cosas se crea y extrae. Cuando hablamos de mercancías reales y de fábricas, sabemos dónde queda depositado ese valor. Pero con la actual economía digital, que tiene los datos como su elemento central, no podemos visualizar eso tan claramente. Mucha gente sigue pensando que el valor reside en el lugar de la fábrica, en la manufactura, y por eso vemos que otra vez hay esfuerzos por actualizarla. ¿Pero, y si las cosas han cambiado? ¿Y si estamos viviendo ahora una transformación estructural de la economía en la cual se genera una nueva capa informacional encima de cada industria y sector de la sociedad, bien sea en la sanidad o en la educación? Si es así, ¿cómo es que aceptamos los términos de un trato que nos hace entregar nuestros datos, un recurso precioso, del mismo modo en que los indios entregaron sus tierras de manera voluntaria a los descubridores europeos en los siglos XV y XVI? Debemos entender que, en este caso, lo que se produce es la entrega de algo nuevo, algo sobre lo cual no deberíamos ser tan confiados. Más bien deberíamos preguntarnos qué clase de impulso social podría hacer frente a esto y convencernos de que tenemos exponer este asunto en todos sus aspectos.
 

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