01 marzo 2011

Barcelona en blanco y negro


El Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona anunció a finales del mes de febrero la incorporación del archivo fotográfico de Xavier Miserachs a los fondos de su Centro de Estudios y Documentación (CEDOC), gracias a un acuerdo de depósito alcanzado con las hijas del fotógrafo, Arena y Mar Miserachs. El archivo consta de 80.000 negativos y 24.000 hojas de contacto que abarcan 44 años de la vida profesional del fotógrafo y se puede visitar on-line.

Como integrante de la vanguardia fotográfica que surgió en los años 50 y 60 del siglo pasado, el trabajo de Miserachs (1937-1998) fue decisivo para situar a Barcelona, a Cataluña y a España en el mapa de la modernidad. A través de sus imágenes, esta ciudad empezó a ser identificada como el polo cultural de una España que salía de los años grises de la posguerra y se abría al mundo tras veinte años de aislamiento internacional.

Con solo 17 años, Miserachs se hizo con el primer premio otorgado en el II Saló Nacional de Fotografia Moderna en 1954 y pasó a formar parte de la “nueva vanguardia fotográfica” junto con Oriol Maspons y Jorge Ribalta. En 1961 Miserachs instala su estudio profesional, donde produce y edita los tres libros de referencia sobre la modernidad de Cataluña y Barcelona: Barcelona blanc i negre (1960), Costa Brava show (1966) y Los cachorros (1967). El primero de éstos es, según el crítico Jorge Ribalta, “un libro sobre el pueblo que emerge, que retrata Barcelona. Un nuevo modelo de inmigración, de turismo y de consumo.”

Los temas y caracteres que recoge e ilustra el trabajo de Miserachs ayudaron a acuñar el concepto de modernidad que se asocia a Barcelona y a la pujante Cataluña de los años sesenta. Sus imágenes nos muestran las grandes transformaciones sociales que vivió Barcelona, a través de un variado catálogo de tipos humanos y de su quehacer cotidiano: estibadores del puerto, prostitutas, aficionados taurinos, gitanos, turistas, marineros americanos, placeros, inmigrantes andaluces o extremeños, autoridades militares, municipales y eclesiásticas, estudiantes y deportistas. Son los actores de situaciones que se presentan al espectador en contextos eminentemente urbanos, que invitan a reflexionar sobre algunos elementos objetuales protagónicos (el medio de transporte, el ritual, la masificación) organizados temáticamente alrededor de pares opositivos: ocio/trabajo, viejo/moderno, escaso/afluente, original/ estereotipado, extranjero/local, penuria /abundancia y así sucesivamente.

Las fotos de Barcelona documentan especialmente la realidad de las migraciones internas que por entonces se produjeron en la península hacia los centros industriales de Cataluña. Nos muestran las zonas urbanas degradadas del centro histórico de la ciudad, con escasos servicios básicos para sus residentes, quienes vivían hacinados en los barrios más populares, en los que la vida emergía entre solares abandonados, los cascotes y las ruinas de los bombardeos, apenas torpemente remendados tras la Guerra Civil; o las zonas fabriles rodeadas de barracas donde residían los gitanos del Somorrostro, Pueblo Nuevo y Montjuich, así como modernos complejos de viviendas en construcción en la periferia de la ciudad en la que los trabajadores de las fábricas alcanzaban el difícil sueño de tener una vivienda propia. Una realidad que también plasmó Francisco Rovira Beleta en la película Los Tarantos (1963), protagonizada por la bailaora Carmen Amaya y un jovencísimo Antonio Gades; su argumento es una adaptación del Romeo y Julieta de Shakespeare que transcurre en Barcelona y se entremezcla con la vida de sus gentes de carne y hueso, en localizaciones que hoy son inexistentes o bien son ya célebres postales, como es el caso de las Ramblas barcelonesas.
La fotografía y el cine de vanguardia contribuyeron así a difundir las imágenes de una España que se abría al mundo tras veinte años de autarquía franquista. Los Tarantos fue la primera película española nominada a los Oscars, y ello sin duda contribuyó a dar a conocer unas señas de identidad, aquello que hoy los publicistas llaman la marca país, con un concepto que emergiera de ciertos tópicos reconocibles por el público y que permitiese la proyección internacional de España al mundo.

Del neorrealismo poético al Pop
Según J. M. Martí Font, el trabajo de Miserachs encarna el tránsito desde lo popular (o el neorrealismo poético) hasta la preocupación por lo iconográfico que propone el Pop Art de los años sesenta. Tanto Maspons como Miserachs se desenvolvieron en los ámbitos de la publicidad, la prensa y los encargos editoriales, lo que en opinión del crítico Cirici Pellicer permitió sentar las bases de una profesionalización del oficio de fotógrafo y dotarlo de unas sólidas bases estéticas y técnicas. Se curten también como reporteros de las revoluciones juveniles de mayo del 68 y de la Primavera de Praga.

Como ejemplo del trabajo de Miserachs en el campo editorial, destaca la edición de la novela corta Los Cachorros, de Mario Vargas Llosa, editada por Lumen en 1967 para su colección Palabra e Imagen, con diseño del arquitecto Oscar Tusquets. El relato de aprendizaje escrito por Vargas Llosa sobre unos adolescentes de la clase media peruana del barrio de Miraflores de los años cincuenta era ilustrado con fotos de jóvenes españoles que bailaban a ritmo de twist, vitoreaban a sus equipos y héroes deportivos o se dedicaban al ocio playero en los largos y dulces veranos de la Costa Brava, mientras resonaba el marcado dialecto local del texto escrito por el autor peruano, y sin que ello afectara a la comprensión de ambos textos por separado y en conjunto. Palabra e Imagen fue una apuesta sin duda revolucionaria para la España de aquellos años, en la que la retina y la memoria de toda una generación de lectores se vio influenciada por series de representaciones paralelas (texto fotográfico y texto escrito), “orientadas por unos motivos comunes pero que en ningún caso intentan repetirse”, dada su naturaleza distinta, según lo explicaba el editor Carlos Barral en el prólogo de Los Cachorros.

[Izquierda: foto de portada de Los Cachorros, Lumen, Barcelona, 1967]




De esta época son, no solamente los audaces proyectos editoriales de Lumen, sino también los premios Biblioteca Breve de la editorial Seix Barral, que dieron a conocer internacionalmente a los que en los años sesenta eran jóvenes autores iberoamericanos: Vargas Llosa, Guillermo Cabrera Infante o Carlos Fuentes, y que contribuyeron también a la difusión del “Boom” literario latinoamericano. Palabra e Imagen prefiguró la creatividad multidisciplinar que cincuenta años después congrega de manera fluida a profesionales de las artes gráficas, la arquitectura, la moda y la gastronomía para trabajar en proyectos compartidos en alguno de los exitosos laboratorios de ideas para el buen vivir de los que Barcelona se ufana en el sector “industrias culturales”. Son ejemplo de ello el estudio del diseñador gráfico y de interiores, Javier Mariscal, valenciano pero barcelonés de adopción, las propuestas de restauración y alimentación del chef mundialmente aclamado Ferran Adrià, o las firmas de diseño arquitectónico entre las que el arquitecto Oriol Bohigas oficia como adalid de la cultura del Mediterráneo y de la (a veces) feliz fusión de modernidad y tradición.

El acuerdo alcanzado entre la familia de Miserachs y el museo es por 25 años renovables y no prevé ningún tipo de transacción económica, según precisó el director del Macba, Bartomeu Marí. La titularidad del archivo continuará siendo de la familia, que recibirá los derechos que se deriven de su explotación comercial. El museo se encargará de la limpieza, restauración y clasificación del material, así como de la digitalización de las imágenes y de la programación de una exposición antológica para el 2013. Para Marí, este acuerdo es un modelo sostenible que no prevé el desembolso de cantidades de dinero importantes en tiempos de crisis. El Macba y su centro de documentación constituyen una opción ideal para depositar un archivo de esta naturaleza, al ser un museo que se centra en la segunda mitad del siglo XX, momento en el que se produce la gran eclosión del arte conceptual, un género en el que el archivo reviste tanta importancia como la obra en sí misma.

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