07 diciembre 2020

Otro Perú se despierta



Plaza San Martín de Lima, 9-10 de noviembre de 2020

El colectivo Latin America is Moving organizó el pasado 3 de diciembre el encuentro on-line «Perú se despertó», para conocer la perspectiva de activistas de diversos sectores de las luchas sociales e informar sobre la crisis de gobierno generada en noviembre pasado.




Dos jóvenes perdieron la vida durante la represión policial
 

#FueraMerino #NoAlGolpeDeEstado #PeruDespertó #NiVizcarraNiMerino #AsambleaConstituyente #RefundarElPeru. Los hashtag difundidos durante las movilizaciones tuvieron una función política. Reclamaban una renovación integral de la política peruana.

Después de tres renuncias presidenciales en el marco de una crisis política que se prolonga por más de cuatro años, la protesta de los peruanos en las calles es hoy día criminalizada por el poder político y reprimida con violencia por la policía, con la excusa de la cuarentena sanitaria y argumentando el engañoso «principio de ley y orden» para justificar la impunidad en el uso de la fuerza.
Latin America is Moving, una iniciativa de académicos e investigadores de ciencias sociales que trabajan en red desde los programas de sus universidades (Goldsmiths University London, Universidad de La Plata y CLACSO), organizó el evento para dar a conocer las nuevas formas de organización y lucha que hoy se desarrollan en las sociedades de Latinoamérica.

Akemii Noriega, dirigente del movimiento Nuevo Perú en Alemania y ex presidenta de la Federación de estudiantes de la Universidad de San Marcos en Lima, destacó la importancia del activismo en red que, en el caso de los últimas protestas de Perú, ha conseguido expandirse y coordinar en tiempo real las manifestaciones convocadas en todas las regiones del país mediante el uso de las tecnologías cívicas y las redes sociales.

 

   En el evento también participó Isabel Cortez, trabajadora de limpieza de la ciudad de Lima que ha destacado por su trabajo en el sindicato SITOBUR. Explicando su activismo contra la precariedad laboral de los trabajadores municipales de limpieza, Isabel señaló que el fallo de la Corte Suprema de Lima, que en 2018 declaró ilegal el concurso público para el servicio de limpieza, es una victoria de las trabajadoras y su lucha por sus derechos laborales. Con la decisión de la corte se consiguió restituir a los trabajadores su derecho a estar en la planilla del consistorio limeño, poniendo fin a la externalización del servicio de limpieza de la ciudad a través de empresas de trabajo temporal (services). Actualmente la dirigente participa en conversaciones con la presidencia del Congreso con el objetivo de presentar propuestas legislativas que garanticen el pleno reconocimiento de los derechos laborales de su colectivo.

Cortez opina que la destitución del presidente Vizcarra el pasado noviembre fue un golpe al Estado de derecho similar a un golpe militar pero que, esta vez, provocó un despertar ciudadano debido al momento crítico en que se producía. Por eso la consigna ciudadana ha sido salir a las calles para dar respuesta al golpe y expresar su rechazo a la política actual. «La violencia registrada no procede de los jóvenes ni de las trabajadoras», que más de una vez han sido objeto de ataques de la policía con mangueras de dispersión que arrojan aguas servidas, afirmó. Tras los sucesos, que se cobraron dos víctimas mortales y centenares de heridos y personas ilegalmente detenidas durante las protestas, el «sentimiento de desamparo» ha dado paso a la movilización ciudadana y al reclamo de derechos fundamentales como los de reunión, manifestación y huelga.

Las protestas del 9 de noviembre constityen un acto popular de fiscalización del Congreso, un rechazo unánime a su actuación.
José Saldaña Cuba, investigador en derecho en la Universidad Católica del Perú y la Corte Interamericana de Derechos Humanos, es asesor de la presidencia del actual Congreso peruano. Su veredicto sobre el Poder Legislativo en el Perú es abrumador: «El Congreso es actualmente un nido de corrupción desbordada, que sigue la misma tendencia que se reproduce en muchos países del mundo; desde el poder legislativo se observa un sistema de impunidad que funciona perfectamente».

En este marco, los diputados peruanos son meros gestores de intereses privados que practican el comercio carnal con las élites del poder económico y protegen los negocios de las sociedades criminales que están siendo investigadas por la Fiscalía anticorrupción. Para ello, muchas de las formaciones políticas representadas se esfuerzan en obstruir de manera sistemática y descarada la acción de gobierno y la del Ministerio Público en sus investigaciones sobre las redes de corrupción enquistada dentro de las instituciones del Estado y la Justicia. Este escenario se agrava aún más durante el estado de emergencia por la pandemia del Sars-CoV-2. En el Perú, el Parlamento incumple su labor legislativa y deliberativa, así como el mandato popular, recibido en 2018, para emprender la reforma política que debería estar concluida para las elecciones generales de abril de 2021. Bajo la excusa de fiscalizar al Gobierno, el actual Congreso ha obligado a renunciar a dos presidentes en un año y forzó, el pasado 9 de noviembre, la instauración de un gobierno golpista que a su vez fue obligado a renunciar después de seis días ante el clamor internacional por la violenta represión de la protesta ciudadana.
El abuso de poder y la ambición han corrompido el sistema de partidos, con operadores que aprueban leyes de manera fraudulenta, y obstruyen la actuación de la Justicia o los organismos de vigilancia de los procesos electorales (ONPE).

  ¿Pero qué es lo que ahora ha llevado al Perú a despertar? ¿Por que salen hoy a las calles jóvenes, estudiantes, trabajadores precarios, madres de familia, jubilados y pequeños empresarios empobrecidos para expresar su hartazgo con la clase política? Lo que les ha llevado a decirle ¡BASTA! al poder político es el abuso de poder y la ambición. Sus políticos (hoy peligrosamente considerados como una casta sin matices), y no pocos funcionarios de gobierno y de instituciones del Estado, han dejado que un país que se esforzaba por ver cumplido el «milagro andino» de su economía se convierta en un país a la deriva, una paradoja desoladora. De ello resulta el abandono absoluto de sus habitantes por la administración del Estado, impotente para hacer frente a la triple crisis sanitaria, climática y económica. En el año 2020, el Perú ha registrado 191 conflictos de carácter socioambiental y laboral, según informa la Defensoría del pueblo; se trata de conflictos latentes o activos en el país, sin ningún horizonte de resolución dialogada a la vista.


Por otra parte, los partidos políticos muestran falta de madurez e incumplen con requisitos básicos como las elecciones primarias abiertas dentro de sus formaciones; y cuando son elegidos al Congreso, no canalizan las prioridades sociales ni legislan sobre las políticas para el bienestar y el progreso del país. En realidad, los partidos políticos peruanos llevan dos décadas vendiéndose como marcas o «vientres de alquiler», dando preferencia a los intereses particulares de los lobby y tomando el control de las estructuras del Estado para su propio beneficio y el de sus allegados. De este modo solo representan una pantomima hueca de la democracia. ¿Es posible reconstruir una sociedad justa y democrática con semejantes desigualdades y debilidades a la hora de repartir la riqueza, o aspirar siquiera a dar alivio a su población durante las emergencias climáticas, o distribuir y aplicar la vacuna contra la Covid19 con equidad? 


Para José Saldaña, las protestas iniciadas el 9 de noviembre a lo largo y ancho del país constituyen un acto popular de fiscalización del Congreso, un rechazo unánime a la conformación de un gobierno golpista a cargo del presidente Rafael Merino. El gabinete del ministro Ántero Flores Aráoz perdió de inmediato toda legitimidad al ser considerado como una agrupación de viejos dinosaurios de la política que no respetan la separación de poderes en democracia ni admiten su propia responsabilidad en los sucesos de noviembre. Como resultado de todo esto, ha recaído en dos partidos políticos pequeños y de reciente formación (Partido Morado y Frente Amplio) la responsabilidad de velar por una transición ordenada hasta el 28 de julio de 2021, el año del Bicentenario de la nación.

 Ciudadanas y ciudadanos del Perú esperan vigilantes en la plaza del Congreso y en las plazas de todo el país, con el reclamo de una nueva constitución.

Mientras tanto, Saldaña advierte que el Perú sigue registrando bajísimos índices de respeto al derecho a la protesta que debe ser garantizado por un Estado de derecho. En los últimos 15 años se han producido 180 muertes durante las protestas sociales y ningún fallo o sentencia de la Justicia ha determinado las responsabilidades por esas muertes. Sin embargo, «la movilización social permanente tiene la fuerza suficiente para seguir adelante con el momento constituyente», señala.
Ha tenido que ocurrir el despertar de la juventud activista peruana, y de una ciudadanía globalmente conectada que ya es conocida como la «generación del Bicentenario» dentro y fuera del país; son estas personas quienes han convocado mediante una organización horizontal, viral y espontánea que utiliza las redes y las tecnologías cívicas, a ocupar las calles y no cesar en el reclamo de su derecho a expresarse y su deber en la defensa de derechos fundamentales para todos los peruanos.


Retrato de la activista trans Gahela Cari



01 diciembre 2020

Asambleas ciudadanas y participación digital

 

 ¿Es posible —o deseable— una democracia participativa que prescinda de los mecanismos de la democracia representativa o incluso de los partidos políticos? Lo cierto es que hoy existen, en muchos países, unos déficits alarmantes de representación democrática. Lo mismo ocurre con las formaciones políticas, que en democracias prostituídas son conformados por individuos que solo representan y gestionan intereses particulares y muchas veces fuera de la ley. Todo ello conduce al hartazgo y la desconfianza de los ciudadanos, muchos de los cuales estarían dispuestos a echar por la borda el Estado de derecho.


 

Cuando pensamos en la política, estamos acostumbrados a visualizar sus actores agrupados en torno a partidos políticos y como personas elegidas para ocupar las cámaras del Poder Legislativo en representación de su pueblo; también solemos identificar como políticos a quienes nos gobiernan desde el Poder Ejecutivo o en los diversos niveles de la administración del Estado. Sin embargo, para los ciudadanos del siglo XXI, la política ya no se limita a cumplir con el deber cívico de participar en los comicios cada cierto tiempo, lo que equivale a una consulta sobre quién debe estar al frente del Gobierno y los órganos del Estado nacional. Hasta el siglo pasado, podíamos esperar, a lo sumo, que se nos pidiera nuestra opinión en las encuestas o en las consultas elaboradas por los institutos nacionales de estadística; sus resultados suelen publicarse en sesudos informes que contienen las tendencias de opinión e ilustran las prioridades de los grupos sociales, clasificados según la demografía o el nivel socioeconómico de las entrevistadas. Nada más lejano del ideal de la democracia deliberativa, a no ser que consideremos las desaforadas discusiones parlamentarias como un ejemplo de ésta.

Hoy vivimos en tiempos en que los estados nacionales y sus democracias representativas se han visto debilitados vaciados de contenido, incluso por la aplanadora de la segunda globalización económica, y supeditados al inmenso poder de las corporaciones, que ha dado paso, a finales del siglo veinte, a la llamada sociedad tecnológica, considerada como nuestra cuarta revolución industrial. En este contexto, surgen preguntas y discusiones acerca de cómo deberían ser nuestras instituciones democráticas, dado el descontento que los ciudadanos sienten al verse excluidos de los procesos de toma de decisiones sobre las prioridades que atañen a su vida diaria y sus comunidades, y muy especialmente, en tiempos de crisis climática.

¿Es posible —o deseable— una democracia participativa que prescinda de los mecanismos de la democracia representativa o incluso de los partidos políticos? Lo cierto es que hoy existen,  en muchos países del mundo, unos déficits alarmantes de representación democrática, cosa que con toda probabilidad, puede ser terreno abonado para la emergencia de gobiernos autoritarios y corruptos que actúan bajo el velo de instituciones supuestamente democráticas (por ejemplo, Bolsonaro, Trump, Maduro, Orban, Putin, Modi o el PCCh) pero debiltadas, y por ello, necesitadas de reformas; muchos de los caudillos «democráticamente elegidos» que hoy operan lo hacen favoreciendo cleptocracias ávidas que no se detienen ante ningún peso o contrapeso ni a las advertencias de los órganos de control democrático, sino que más bien son capaces de cooptarlos para sus propios designios, sembrando el odio y la división en la sociedad.

 

 Enter Civic Tech

Tras casi cuatro décadas de desarrollo de la sociedad en red, y con el cambio de paradigma operado por la  economía política de internet, hoy somos también testigos de la emergencia de las denominadas tecnologías cívicas. Estas comprenden el conjunto de herramientas o procedimientos validados y protocolos propios de las tecnologías digitales que posibilitan la participación y el fortalecimiento de la ciudadanía con el fin último de mejorar la gobernanza y procurar el bienestar al interior de sus comunidades. Las tecnologías cívicas incluyen el software de aplicaciones cívicas (entre las que se cuentan las redes sociales), las plataformas digitales de las administraciones públicas y las instituciones, así como cualquier otro software destinado a tales fines.

Por otro lado, el movimiento de las Civic Tech busca revitalizar y transformar nuestras instituciones sociales básicas, recuperando la plaza pública (tanto virtual como presencialmente), y procurando el acceso a las tecnologías digitales para poder ejercer una democracia deliberativa y participativa, bajo el ideal de incluir a toda la ciudadanía sin distinciones.

 

¿Cómo participamos?

En política, los mecanismos de participación ciudadana pueden agruparse en tres: 1. La democracia directa (referendos e iniciativas al voto); 2. los mecanismos de participación propiamente dichos (consejos vecinales, presupuestos participativos) y 3. las asambleas sorteadas (Welp, 2020). La participación y sus mecanismos deben alimentar la opinión pública, y posteriormente, ello debe ser articulado en un sistema de participación que sea real y no instrumentalizada por el poder político encarnado en el gobernante de turno.

En un reciente trabajo, la politóloga Yanina Welpi propone «una hoja de ruta para el análisis de los mecanismos de participación ciudadana, su relación con la formación de la opinión pública y su combinación con otras instituciones de la democracia representativa, en particular el gobierno, el poder legislativo y los partidos políticos. El objetivo es desarrollar una noción de ecologías de la participación que, en lugar de poner en competencia distintas instituciones participativas, explore cómo podrían articularse y qué condiciones deberían cumplir para contribuir fortalecer la democracia».


Un ejemplo de participación digital

Para conocer los avances en las diferentes modalidades de asambleas ciudadanas que se han convocado recientemente en Europa, el Decidim Fest invitó a Eloïse Gabadou de Open Source Politics, quien explicó el proceso de la AHYPERLINK "https://www.conventioncitoyennepourleclimat.fr/"samblea ciudadana por el clima que tuvo lugar en Francia en 2019-2020. El componente de participación digital de esta asamblea fue diseñado por OHYPERLINK "https://opensourcepolitics.eu/"pen HYPERLINK "https://opensourcepolitics.eu/"SHYPERLINK "https://opensourcepolitics.eu/"ource PHYPERLINK "https://opensourcepolitics.eu/"olitics en el entorno de la plataforma HYPERLINK "https://decidim.org/es/"DHYPERLINK "https://decidim.org/es/"ecidim y haciendo uso de Iramuteq, una herramienta de lingüística computacional que permite analizar textos y cuestionarios. 

Las Civic Tech pueden ampliar los mecanismos de participación ciudadana y validar los protocolos de toma decisiones, empleando criterios de inclusión y transparencia.

El contexto en que se convocó esta Asamblea por el clima en 2019, tras la aparición del movimiento social de los chalecos amarillos, es uno de creciente preocupación ciudadana por la emergencia climática, y de protesta por el impuesto a las emisiones de carbono, que formó parte de las medidas de transición ecológica adoptadas por Francia en 2018, lo cual generó el rechazo de amplios sectores sociales. Como respuesta del gobierno a esta situación se celebró el Grand Débat nacional, el primer ejercicio de democracia participativa a nivel nacional liderado por el Estado francés, y que fue criticado por su falta de transparencia en el algoritmo empleado y en la gobernanza del proceso. Al mismo tiempo, el presidente Macron se vio obligado a demostrar que daba respuesta a la emergencia climática, tal como lo había adelantado en su programa de gobierno como candidato presidencial en las elecciones de 2017. De esta manera, la Asamblea ciudadana por el clima se presentaba como una respuesta del gobierno, acorde con la promesa presidencial de abordar la acción climática.

 

Rotondas ocupadas por Chalecos amarillos, 2018 de
Concentraciones de protesta de los Chalecos amarillos

La pregunta que se planteó en 2019 a la Asamblea ciudadana por el clima fue:

¿Cómo podría Francia reducir, para el año 2030, las emisiones de gases de efecto invernadero en al menos un 40% (con respecto a las emisiones de la década de 1990)?

Para responder a ello, se seleccionó de manera aleatoria a 150 personas con ciudadanía francesa, según unos criterios de género, edad, nivel de estudios, nivel socioeconómico, territorio y zona geográfica. Se encargó a estas personas que definieran un conjunto de medidas que no  serían sometidas a ningún tipo de depuración; posteriormente serían sometidas a un referéndum o al voto en el Parlamento, o serían directamente aplicables en calidad de reglamentos.

La organización de la asamblea, celebrada en siete sesiones presenciales a lo largo de nueve meses y en torno a seis temas, tuvo un presupuesto de 5,4 millones de euros. El resultado final fue un documento de 400 páginas que incluye 149 medidas sobre el clima propuestas por la ciudadanía.

Durante las sesiones presenciales se organizó la deliberación y la entrega de información a la ciudadanía. Se puso a disposición de la Asamblea a expertos de los ámbitos de la economía y el derecho con el fin de facilitar durante el proceso de redacción de unas medidas que no tuvieran que ser depuradas una vez que éstas fueran presentadas, y que pudieran tener un recorrido efectivo en forma de reglamentos. 

 Se facilitó la redacción de medidas que no tuvieran que ser depuradas y que pudieran tener un recorrido efectivo en forma de reglamentos.

 

La capa de participación digital

La participación digital posibilitó una inclusión ciudadana más amplia durante el proceso. Asimismo, las ONG compartieron sus informes y ofrecieron datos que sirvieron para enriquecer la información relativa a cada uno de los seis temas. Por último, además del trabajo de los 150 miembros de la Asamblea, se publicaron una serie de informes intermedios en forma de síntesis, que incluían las contribuciones ciudadanas on-line y las de las ONG.

Se optó por desactivar los comentarios on-line de la herramienta digital y limitar a una sola contribución por participante en cada tema. Además, se aseguró la verificación de las ONG y los grupos participantes. La participación de estos tuvo un peso igual al de cada participante individual. Así primaba el criterio de la calidad de las contribuciones que recibieron los miembros, por delante de lo que habitualmente ocurre en la participación on-line, que suele dar más importancia a la cantidad de propuestas. De este modo, las sesiones presenciales de la Asamblea reflejaron un trabajo de gran calidad.

Es importante señalar que, a lo largo de todo el proceso de la asamblea, se dio prioridad a la participación presencial y no se enfocó exclusivamente en la participación digital. La secuenciación fue de gran importancia a la hora de diseñar el proceso de la asamblea, en donde se combinó el elemento participativo con la deliberación presencial de los 150 representantes. Para ello se consideró la herramienta digital como un medio enfocado hacia un fin en lugar de ser ella misma un fin. 

 El debate en la asamblea abordó cuestiones interesantes como la respuesta política ambigua del Gobierno al adoptar medidas rebajadas
 

Como punto esencial, la transparencia fue considerada como un principio y una norma básica en el proceso digital. La transparencia debía ser el criterio rector de las reglas (razones por las que se adoptan la plataforma digital, los métodos de selección aleatoria, los pasos del proceso y los resultados esperados). Asimismo, las herramientas empleadas con los dos programas de software libre y de código abierto (Decidim e Iramuteq) debían ser transparentes si se quería producir finalmente una Convención como resultado de la asamblea. Todo ello era una condición necesaria para estructurar el debate on-line y para analizar las contribuciones.

Gabadou señala que no corresponde al equipo desarrollador de las herramientas evaluar los resultados de la Asamblea ciudadana. Por esta razón, prefirió centrarse en analizar los aspectos de su diseño y las decisiones que condujeron a su adopción. Sin embargo, recordó que durante el debate de la asamblea se abordaron cuestiones interesantes como la respuesta política ambigua del Gobierno al adoptar medidas rebajadas en algunas cuestiones; este fue el caso  de la restricción de vuelos comerciales de menos 2 horas, que pasó a asignarse para los vuelos de menos de 4 horas; o la aceptación de solo 146 (o incluso menos) medidas de las 149 que fueron finalmente presentadas por la asamblea.

Durante todo el proceso de la asamblea, los expertos encargados de la participación digital constataron la necesidad de hallar un nuevo equilibrio entre el poder ciudadano, por una parte, y el poder del Gobierno, por otra. Finalizada la Asamblea, sus 150 miembros se han constituido en una ONG y hoy cuentan con una plataforma especialmente diseñada para ellos con el fin de hacer seguimiento de las acciones de Gobierno en la materia. También se puso en circulación una petición de firmas para que se garantizara la implementación de las medidas resultantes de la asamblea (o de la Convención, como se denomina en francés), la cual es hoy reconocida como un buen ejemplo de deliberación a nivel nacional. Al mismo tiempo, se inició un debate sobre la posibilidad de reproducir con éxito la misma dinámica a nivel local, y sobre cuáles serían los requisitos para ello.

En conclusión, cabe destacar el alto grado de sistematización de la información alcanzado por esta asamblea, así como la calidad de las propuestas producidas y debatidas a lo largo de nueve meses; además, su apuesta por la transparencia y el uso del código abierto en el diseño, así como el procesamiento de los datos y la inteligencia colectiva resultante, abre caminos para la innovación democrática. 

Como experimento de participación digital y democracia deliberativa, con uno resultados que sus instituciones políticas no podrán ignorar, la Asamblea ciudadana por el clima será sin duda un referente e inspiración para futuras iniciativas dirigidas a revitalizar nuestras democracias y hacerlas más participativas.