¿Es posible —o
deseable— una democracia participativa que prescinda de los mecanismos de la
democracia representativa o incluso de los partidos políticos? Lo cierto es que
hoy existen, en muchos países, unos déficits alarmantes de
representación democrática. Lo mismo ocurre con las formaciones políticas, que en democracias prostituídas son conformados por individuos que solo representan y gestionan intereses particulares y muchas veces fuera de la ley. Todo ello conduce al hartazgo y la desconfianza de los ciudadanos, muchos de los cuales estarían dispuestos a echar por la borda el Estado de derecho.
Cuando pensamos
en la política, estamos acostumbrados a visualizar sus actores agrupados en
torno a partidos políticos y como personas elegidas para ocupar las cámaras del
Poder Legislativo en representación de su pueblo; también solemos identificar
como políticos a quienes nos gobiernan desde el Poder Ejecutivo o en los diversos
niveles de la administración del Estado. Sin embargo, para los ciudadanos del
siglo XXI, la política ya no se limita a cumplir con el deber cívico de
participar en los comicios cada cierto tiempo, lo que equivale a una consulta
sobre quién debe estar al frente del Gobierno y los órganos del Estado
nacional. Hasta el siglo pasado, podíamos esperar, a lo sumo, que se nos pidiera
nuestra opinión en las encuestas o en las consultas elaboradas por los
institutos nacionales de estadística; sus resultados suelen publicarse en
sesudos informes que contienen las tendencias de opinión e ilustran las
prioridades de los grupos sociales, clasificados según la demografía o el nivel
socioeconómico de las entrevistadas. Nada más lejano del ideal de la democracia
deliberativa, a no ser que consideremos las desaforadas discusiones
parlamentarias como un ejemplo de ésta.
Hoy vivimos en
tiempos en que los estados nacionales y sus democracias representativas se han
visto debilitados —vaciados de contenido, incluso— por la aplanadora de la segunda globalización económica, y
supeditados al inmenso poder de las corporaciones, que ha dado paso, a finales
del siglo veinte, a la llamada sociedad tecnológica, considerada como nuestra
cuarta revolución industrial. En este contexto, surgen preguntas y discusiones
acerca de cómo deberían ser nuestras instituciones democráticas, dado el
descontento que los ciudadanos sienten al verse excluidos de los procesos de
toma de decisiones sobre las prioridades que atañen a su vida diaria y sus
comunidades, y muy especialmente, en tiempos de crisis climática.
¿Es posible —o
deseable— una democracia participativa que prescinda de los mecanismos de la
democracia representativa o incluso de los partidos políticos? Lo cierto es que
hoy existen, en muchos países del mundo, unos déficits alarmantes de
representación democrática, cosa que con toda probabilidad, puede ser terreno
abonado para la emergencia de gobiernos autoritarios y corruptos que actúan
bajo el velo de instituciones supuestamente democráticas (por ejemplo,
Bolsonaro, Trump, Maduro, Orban, Putin, Modi o el PCCh) pero debiltadas, y por ello, necesitadas de reformas; muchos de los
caudillos «democráticamente elegidos» que hoy operan lo hacen favoreciendo cleptocracias ávidas que no se detienen ante ningún peso o contrapeso ni a las advertencias de los
órganos de control democrático, sino que más bien son capaces de cooptarlos
para sus propios designios, sembrando el odio y la división en la sociedad.
Enter Civic Tech
Tras casi cuatro décadas de desarrollo de la sociedad en red, y con el cambio de paradigma operado
por la economía política de internet, hoy somos también testigos de la
emergencia de las denominadas tecnologías cívicas. Estas comprenden el
conjunto de herramientas o procedimientos validados y protocolos propios de
las tecnologías digitales que posibilitan la participación y el fortalecimiento
de la ciudadanía con el fin último de mejorar la gobernanza y procurar el
bienestar al interior de sus comunidades. Las tecnologías cívicas incluyen el
software de aplicaciones cívicas (entre las que se cuentan las redes sociales),
las plataformas digitales de las administraciones públicas y las instituciones,
así como cualquier otro software destinado a tales fines.
Por otro lado, el movimiento de las Civic
Tech busca revitalizar y transformar nuestras instituciones sociales
básicas, recuperando la plaza pública (tanto virtual como presencialmente), y
procurando el acceso a las tecnologías digitales para poder ejercer una democracia deliberativa y participativa,
bajo el ideal de incluir a toda la ciudadanía sin distinciones.
¿Cómo participamos?
En política, los
mecanismos de participación ciudadana pueden agruparse en tres: 1. La
democracia directa (referendos e iniciativas al voto); 2. los mecanismos de
participación propiamente dichos (consejos vecinales, presupuestos
participativos) y 3. las asambleas sorteadas (Welp, 2020). La participación y
sus mecanismos deben alimentar la opinión pública, y posteriormente, ello debe
ser articulado en un sistema de participación que sea real y no
instrumentalizada por el poder político encarnado en el gobernante de turno.
En un reciente
trabajo, la politóloga Yanina Welpi propone «una hoja de ruta para el análisis
de los mecanismos de participación ciudadana, su relación con la formación de
la opinión pública y su combinación con otras instituciones de la democracia
representativa, en particular el gobierno, el poder legislativo y los partidos
políticos. El objetivo es desarrollar una noción de ecologías de la
participación que, en lugar de poner en competencia distintas instituciones
participativas, explore cómo podrían articularse y qué condiciones deberían
cumplir para contribuir fortalecer la democracia».
Un ejemplo de participación digital
Para conocer los
avances en las diferentes modalidades de asambleas ciudadanas que se han
convocado recientemente en Europa, el Decidim
Fest invitó a Eloïse Gabadou de Open Source Politics, quien explicó el
proceso de la AHYPERLINK "https://www.conventioncitoyennepourleclimat.fr/"samblea ciudadana por el clima que
tuvo lugar en Francia en 2019-2020. El componente de participación digital de
esta asamblea fue diseñado por OHYPERLINK "https://opensourcepolitics.eu/"pen HYPERLINK "https://opensourcepolitics.eu/"SHYPERLINK
"https://opensourcepolitics.eu/"ource
PHYPERLINK "https://opensourcepolitics.eu/"olitics en el entorno de la plataforma
HYPERLINK "https://decidim.org/es/"DHYPERLINK
"https://decidim.org/es/"ecidim
y haciendo uso de Iramuteq, una herramienta de lingüística
computacional que permite analizar textos y cuestionarios.
Las Civic Tech pueden ampliar los mecanismos de participación ciudadana y validar los protocolos de toma decisiones, empleando criterios de inclusión y transparencia.
El contexto en
que se convocó esta Asamblea por el clima en 2019, tras la aparición del
movimiento social de los chalecos amarillos, es uno de creciente
preocupación ciudadana por la emergencia climática, y de protesta por el
impuesto a las emisiones de carbono, que formó parte de las medidas de
transición ecológica adoptadas por Francia en 2018, lo cual generó el rechazo
de amplios sectores sociales. Como respuesta del gobierno a esta situación se
celebró el Grand Débat nacional, el primer ejercicio de democracia
participativa a nivel nacional liderado por el Estado francés, y que fue
criticado por su falta de transparencia en el algoritmo empleado y en la
gobernanza del proceso. Al mismo tiempo, el presidente Macron se vio obligado a
demostrar que daba respuesta a la emergencia climática, tal como lo había
adelantado en su programa de gobierno como candidato presidencial en las
elecciones de 2017. De esta manera, la Asamblea ciudadana por el clima se presentaba
como una respuesta del gobierno, acorde con la promesa presidencial de abordar
la acción climática.
La pregunta que
se planteó en 2019 a la Asamblea ciudadana por el clima fue:
¿Cómo
podría Francia reducir, para el año 2030, las emisiones de gases de efecto
invernadero en al menos un 40% (con respecto a las emisiones de la década de
1990)?
Para responder a
ello, se seleccionó de manera aleatoria a 150 personas con ciudadanía francesa,
según unos criterios de género, edad, nivel de estudios, nivel socioeconómico,
territorio y zona geográfica. Se encargó a estas personas que definieran un
conjunto de medidas que no serían sometidas a ningún tipo de depuración; posteriormente serían sometidas a un
referéndum o al voto en el Parlamento, o serían directamente aplicables en calidad de
reglamentos.
La organización
de la asamblea, celebrada en siete sesiones presenciales a lo largo de nueve
meses y en torno a seis temas, tuvo un presupuesto de 5,4 millones de euros. El
resultado final fue un documento de 400 páginas que incluye 149 medidas sobre
el clima propuestas por la ciudadanía.
Durante las
sesiones presenciales se organizó la deliberación y la entrega de información a
la ciudadanía. Se puso a disposición de la Asamblea a expertos de los ámbitos
de la economía y el derecho con el fin de facilitar durante el proceso de redacción de
unas medidas que no tuvieran que ser depuradas una vez que éstas fueran
presentadas, y que pudieran tener un recorrido efectivo en forma de
reglamentos.
Se facilitó la redacción de medidas que no tuvieran que ser depuradas y que pudieran tener un recorrido efectivo en forma de
reglamentos.
La capa de participación digital
La participación
digital posibilitó una inclusión ciudadana más amplia durante el proceso. Asimismo,
las ONG compartieron sus informes y ofrecieron datos que sirvieron para
enriquecer la información relativa a cada uno de los seis temas. Por último,
además del trabajo de los 150 miembros de la Asamblea, se
publicaron una serie de informes intermedios en forma de síntesis, que incluían
las contribuciones ciudadanas on-line y las de las ONG.
Se optó por
desactivar los comentarios on-line de la herramienta digital y limitar a una
sola contribución por participante en cada tema. Además, se aseguró la
verificación de las ONG y los grupos participantes. La participación de estos
tuvo un peso igual al de cada participante individual. Así primaba el criterio
de la calidad de las contribuciones que recibieron los miembros, por delante de
lo que habitualmente ocurre en la participación on-line, que suele dar
más importancia a la cantidad de propuestas. De este modo, las sesiones
presenciales de la Asamblea reflejaron un trabajo de gran calidad.
Es importante
señalar que, a lo largo de todo el proceso de la asamblea, se dio prioridad a la
participación presencial y no se enfocó exclusivamente en la participación
digital. La secuenciación fue de gran importancia a la hora de diseñar el
proceso de la asamblea, en donde se combinó el elemento participativo con la
deliberación presencial de los 150 representantes. Para ello se consideró la
herramienta digital como un medio enfocado hacia un fin en lugar de ser ella misma un
fin.
El debate en la asamblea
abordó cuestiones interesantes como la respuesta política ambigua del
Gobierno al adoptar medidas rebajadas
Como punto
esencial, la transparencia fue considerada como un principio y una norma básica
en el proceso digital. La transparencia debía ser el criterio rector de las
reglas (razones por las que se adoptan la plataforma digital, los métodos
de selección aleatoria, los pasos del proceso y los resultados esperados).
Asimismo, las herramientas empleadas con los dos programas de software
libre y de código abierto (Decidim e Iramuteq) debían ser transparentes si se
quería producir finalmente una Convención como resultado de la asamblea. Todo
ello era una condición necesaria para estructurar el debate on-line y
para analizar las contribuciones.
Gabadou señala
que no corresponde al equipo desarrollador de las herramientas evaluar los
resultados de la Asamblea ciudadana. Por esta razón, prefirió centrarse en
analizar los aspectos de su diseño y las decisiones que condujeron a su
adopción. Sin embargo, recordó que durante el debate de la asamblea se
abordaron cuestiones interesantes como la respuesta política ambigua del
Gobierno al adoptar medidas rebajadas en algunas cuestiones; este fue el caso de la restricción de
vuelos comerciales de menos 2 horas, que pasó a asignarse para los vuelos de
menos de 4 horas; o la aceptación de solo 146 (o incluso menos) medidas de las
149 que fueron finalmente presentadas por la asamblea.
Durante todo el
proceso de la asamblea, los expertos encargados de la participación digital constataron
la necesidad de hallar un nuevo equilibrio entre el poder ciudadano, por una
parte, y el poder del Gobierno, por otra. Finalizada la Asamblea, sus 150
miembros se han constituido en una ONG y hoy cuentan con una plataforma
especialmente diseñada para ellos con el fin de hacer seguimiento de las
acciones de Gobierno en la materia. También se puso en circulación una petición
de firmas para que se garantizara la implementación de las medidas resultantes
de la asamblea (o de la Convención, como se denomina en francés), la cual es
hoy reconocida como un buen ejemplo de deliberación a nivel nacional. Al mismo
tiempo, se inició un debate sobre la posibilidad de reproducir con éxito la
misma dinámica a nivel local, y sobre cuáles serían los requisitos para ello.
En conclusión, cabe
destacar el alto grado de sistematización de la información alcanzado por esta
asamblea, así como la calidad de las propuestas producidas y debatidas a lo
largo de nueve meses; además, su apuesta por la transparencia y el uso del
código abierto en el diseño, así como el procesamiento de los datos y la inteligencia
colectiva resultante, abre caminos para la innovación democrática.
Como experimento
de participación digital y democracia deliberativa, con uno resultados que sus
instituciones políticas no podrán ignorar, la Asamblea ciudadana por el clima será sin duda un
referente e inspiración para futuras iniciativas dirigidas a revitalizar nuestras
democracias y hacerlas más participativas.