Un resumen comentado de las ideas y reflexiones ofrecidas por Avram Finkelstein del Colectivo Gran Fury y miembro de ACT UP Nueva York
El espacio público ha sido el lugar idóneo para desarrollar las estrategias de comunicación que impulsan las más diversas causas sociales y políticas en democracia. Por supuesto, cuanto más obstáculos a los derechos fundamentales, mayor ha sido el riesgo de ver censurado el mensaje de una campaña, ya sea en los medios o en la calle; ello obliga a aplicar más ingenio en las tácticas empleadas. Evadir la represión es conseguir colocar el mensaje en la esfera pública con el fin de lograr los cambios sociales, económicos o políticos que se reclaman.
Han transcurrido tres meses desde que la pandemia del SARS-CoV-2 pusiera al planeta entero en emergencia sanitaria. A pesar de las restricciones a la movilidad de las personas, diversos movimientos continúan expresando su malestar frente a las diversas emergencias que parecen agravarse en tiempos de pandemia: Extinction Rebellion y su llamado a responder a la emergencia climática y ecológica; Black Lives Matter que exige poner fin al racismo institucional o la convocatoria #Niunamenos de lucha contra el feminicidio.
Los brotes simultáneos de la Covid-19 en el mundo han revelado la fragilidad de los sistemas de salud pública y su capacidad de hacer frente a un reto sanitario de dimensiones globales. No hay país que no haya enfrentado problemas en su infraestructura hospitalaria o en la creación de equipos de detección, preparación y respuesta a la pandemia desde la salud pública. A ello se añade la urgente necesidad de crear capacidades para seguir adelante con la investigación en pruebas diagnósticas, tratamientos y vacunas del coronavirus.
A inicios de mayo, se concretó un esfuerzo internacional en el marco del sistema de Naciones Unidas que permitirá obtener el acceso mancomunado a las tecnologías para hacer frente a la Covid-19. La iniciativa es imprescindible y del todo coherente con los acuerdos por conseguir a nivel mundial los Objetivos de Desarrollo Sostenible para el año 2030.
Activistas convocados por el Center for Artistic Activism (C4AA) y la Alianza de Universidades por los Medicamentos Esenciales (UAEM) han creado la campaña Liberar la vacuna para la Covid-19. La iniciativa cuenta con más de 300 activistas a nivel mundial con un objetivo ambicioso: conseguir que todas las tecnologías de diagnóstico, tratamientos y vacunas para el coronavirus que sean financiadas con dinero público tengan un precio asequible para los sistemas de salud y estén disponibles y suministradas sin coste alguno en el mundo entero.
Los organizadores de la campaña entrevistaron a Avram Finkelstein para conversar sobre colectivos de activistas y campañas públicas. Finkelstein fue uno de los fundadores de ACT UP, creada en Nueva York en 1987 como una organización de base comunitaria (ACT UP en español significa 'actúa', pero es a la vez el acrónimo de ʻAids coalition to unleash powerʼ - coalición del Sida para liberar el poder). El colectivo artístico Gran Fury también fue parte del activismo de esa época, como creadores de los carteles y las campañas más impactantes en las dos primeras décadas de lucha por la información y prevención del VIH/Sida, los tratamientos y los derechos del paciente en EE.UU.
Desde entonces 35 millones de personas han muerto por causa del Sida desde 1981. Aunque hoy en día existen tratamientos inhibidores del VIH, todavía son muchos los países que luchan por el acceso a los medicamentos y tratamientos en sus sistemas de salud. Hasta la fecha no se ha conseguido crear ni fabricar una vacuna que prevenga la infección por VIH aunque hoy se puede conseguir una carga viral indetectable en las personas seropositivas.
Finkelstein compartió sus reflexiones sobre lo que él denomina la «producción cultural colectiva» en el activismo artístico. Para ello se centró en los carteles que formaron parte de campañas más extensas los años 80 y 90, encaminadas a lograr políticas públicas específicas en el ámbito de la salud: 'SILENCE = DEATH' (silencio = muerte), 'Enjoy AZT' (disfrute AZT) y 'Women don't get AIDS - They just die from it' (las mujeres no contraen el Sida, solo se mueren de él) .
Participaron en la conversación Steve Lambert, Rebecca y Merith Basey, impulsores de Free the Vaccine Covid-19.
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Para entender la forma en que un colectivo puede crear mensajes directos que inciten a la acción o despierten la conciencia), es preciso detenerse en el «cerebro colectivo» del grupo y en sus procesos colaborativos.
La escucha es tanto o más importante que la elaboración del mensaje propiamente dicho. Escuchar quiere decir entender cómo es el lenguaje corriente o llano; y ser capaz de reproducirlo en los mensajes que se busca difundir. La escucha atenta a lo que el colectivo diga en su proceso participativo nos permite entrever el mensaje. Y este puede surgir como un chispazo de ingenio, o bien como una frase de apariencia anodina pero significativa, rechazada o aplaudida por el grupo.
Por otro lado, los espacios públicos son el equivalente físico al diálogo civil: no solo se trata de emitir mensajes sino también de escuchar lo que dice la calle. En el espacio público se presupone la existencia de un público que escucha, y por eso se espera que éste responda a los mensajes lanzados, aunque ello no sea tan evidente de primera mano.
Para Finkesltein, «la escucha es también la clave de la producción cultural. Para que exista la colectividad, tiene que producirse primero un acto de equilibrismo en la cuerda floja que comporta saber cuándo hay que escuchar y cuándo posicionarse. Para entender cómo debemos construir un mensaje, se necesita tener el oído afinado».
Codificar las imágenes
Existen mensajes que pueden ser complicados de trasladar por el tipo de palabras que se emplean. En esos casos, la imagen codificada puede facilitar la comprensión del mensaje. Para describir este proceso, Finkelstein toma el ejemplo del cartel de campaña 'Enjoy AZT' (disfruta AZT) creado en 1988. Fue ideado para asemejar un anuncio que «ocupaba» la marca comercial de la Coca - Cola. La idea era explicar las complejas formas de acaparar riqueza que tiene la industria farmacéutica. Al mismo tiempo, el cartel reflexionaba sobre la eficacia del medicamento (se sabía que funcionaba solo en un 50 % de los pacientes, que era muy tóxico y tenía serios efectos secundarios).
Analizado en retrospectiva, Finkelstein considera que 'Enjoy AZT' no era un anuncio lo suficientemente fuerte para el espacio público: «Ocupábamos la marca de la bebida, pero en ese tiempo las compañías farmacéuticas no podían anunciarse en espacios comerciales. Por tanto, la historia del mensaje era doblemente compleja... porque los anuncios de medicamentos eran una novedad en el discurso público».
El cartel también incluía un texto en letra pequeña, en forma de réplica a la imagen: IS THIS HEALTH CARE OR WEALTH CARE? (cuyo mensaje en español se traduciría como: ¿cuidar la salud o cuidar la riqueza?). Al estar escrito en lenguaje llano, el público lector podía acceder a datos específicos de por qué el AZT debía importarles, y de cómo este podía afectar sus vidas.
Para ello se evitó el uso de cualquier clase de argot empleado en los ámbitos la política, la academia o la organización de campañas. «Es muy importante que el texto de cualquier campaña vaya siempre escrito en lenguaje llano», señala.
Rememorando las circunstancias de las revueltas ocurridas en 1988 en el East Village de Nueva York, Finkelstein opina que su colectivo no detectó el largo aliento que podían tener las campañas. Pero otras patrullas de activistas se dedicaron a coleccionar una serie de carteles colocados en calles y edificios para llamar la atención sobre los múltiples problemas que se vivían localmente. Además de las personas con VIH, estaba la situación de los usuarios de drogas inyectables, de las personas sin techo, los desplazados y el imparable avance de los proyectos de gentrificación inmobiliaria en Manhattan. Muchos de los integrantes de ACT UP vivían en ese mismo barrio.
Toda una generación de fotógrafos se dedicó a documentar los grafitis que la gente añadía a los carteles. Los activistas escucharon esos comentarios para afinar sus mensajes, mucho antes de la invención del muro de Facebook y otras redes sociales. Y en toda esa efervescencia que contenía denuncias y llamados a la acción, la clave parecía residir en elaborar mensajes universales en un lenguaje llano; llamar la atención sobre algo que formaba parte de un problema social más amplio.
El logo 'SILENCE = DEATH', que ilustra el histórico cartel de sensibilización sobre la pandemia del Sida, es un ejemplo de cómo, varias décadas después, la gente sigue utilizando el signo de igualdad (=) como una forma abreviada de lenguaje en el espacio público. «No sé si se nos ocurrió a nosotros primero, pero sí puedo decir que la idea de crear equivalencias morales de una manera visualmente compacta fue nuestra. Entonces decíamos, medio en broma, que habíamos creado la versión años ochenta de las 'caritas felices' (el smile o happy face del arte Pop americano de los sesenta). SILENCE = DEATH tiene un icono (el triángulo rosa que identificaba a los homosexuales en la Alemania nazi) y un mensaje. También contiene una réplica y un llamado a la acción».
El pie del cartel contiene cosas muy específicas, y además, prepara el terreno para el siguiente cartel, en una serie de tres, que era una invitación a la revuelta durante las elecciones al Congreso en 1988. Y fue por esa razón que nuestro trabajo se hizo de manera anónima. Pero al poco tiempo apareció ACT UP y empezamos a trabajar en coalición. En nuestras conversaciones combinábamos los temas del racismo, el sexismo y la homofobia. Y también se insinuaba el tema del genocidio».
Cada trabajo debe se considerado como una frase que da inicio a una conversación social más amplia. Es lo que permite que haya espacio para moverse y que tenga una mayor duración.
La narración en el contexto del capitalismo
En cualquier sociedad democrática, la esfera pública ha sido tradicionalmente el espacio para el relato. El uso de los espacios sociales y la dinámica que se crea en ellos ha sido objeto de estudio para los historiadores. Y en la fase tardía del capitalismo en que hoy nos encontramos, el relato se usa para vender productos, reputaciones y políticos.
Aquí cabe apuntar que en la era de la posverdad instaurada en nuestra sociedad de la información digital, se encuentra el poder que maneja los medios de producción de verdad en base a los denominados «hechos alternativos». Este puede preparar el terreno abonado con mentiras para influir con su propaganda en la opinión pública y hacerla maleable a sus intereses. Hoy son aún más vigentes que nunca las preguntas con las que Hannah Arendt abría sus reflexiones sobre verdad y política en 1967:
¿Qué clase de realidad puede atribuirse a la verdad, si esta es impotente en el ámbito público, el cual, más que ninguna otra esfera de la vida humana, garantiza la realidad de la existencia a los hombres que nacen y mueren?[...] ¿acaso la verdad impotente no es tan despreciable como el poder que no presta atención a la verdad?
El cartel de 'Women don't get AIDS'
Foto: Timothy P. Karr |
«A continuación viene un texto expositivo que describe la complejidad del problema en dos o tres frases. Lo suficientemente claro y conciso para entender cómo les afecta esta cuestión.
«El cartel formó parte de una campaña desarrollada en múltiples facetas durante 4 años. Hay que pensar que todas las acciones previstas están relacionadas con esto. No fue solo el cartel lo que consiguió el objetivo de hacer que se cambiara la definición médica del VIH/Sida. Quienes consiguieron el cambio fueron las miles de personas que trabajaron durante años en la campaña. Y el cartel era un elemento explicativo más que hacía pública una realidad.
Al elaborar una imagen, lo que debe hacerse primero es definir el público receptor; lo segundo es definir la historia que les vamos a contar.
«El comité de mujeres de ACT UP en Nueva York había documentado una serie de realidades sobre el impacto del VIH en la población femenina. Pero el Centro de Control de Enfermedades (CDC, en inglés) no estaba incluyendo en su definición del Sida las manifestaciones de supresión de las defensas que afectaban comúnmente a las mujeres. Y así transcurrieron 12 años desde que se iniciara la pandemia. Tampoco se incluía a las mujeres en los ensayos clínicos ni se les hacía seguimiento en el sistema sanitario. Se pensaba que las mujeres no se infectaban con el virus.
«El comité de mujeres publicó un manual sobre mujeres y Sida, Women and Aids, y después una Agenda para la investigación y los tratamientos del VIH/Sida. Estos informes hicieron una crítica contundente de los principios de vigilancia epidemiológica que por entonces se manejaban en el CDC».
El colectivo como fuerza impulsora del cambio social
«La acción colectiva fue la que obligó al CDC a extender la definición del Sida. Con ello las mujeres y los usuarios de drogas intravenosas fueron incluidos como poblaciones afectadas. ACT UP entabló una demanda colectiva contra el Seguro Social en representación de las mujeres que no habían obtenido una indemnización al no ser reconocidas como enfermas de Sida. La demanda fue suscrita por el Colegio de médicos de EE.UU. (AMA, en inglés) y se hizo presión con una carta de adhesión que fue publicada en un anuncio a página completa en el New York Times.
«También es colectivo el pensamiento que impulsa las campañas. Las propuestas de campaña no se presentan como una maqueta o bosquejo que debe ser aprobado o rechazado por alguien. Hay un proceso de elaboración grupal que incluye un momento en el que se hace una lluvia de ideas — pero sin obsesionarse con ninguna idea en particularʼ, puntualiza Finkelstein. Se trata de mantenerse receptivos a lo que dicen los demás, de escuchar atentamente.
«Nos han educado a pensar en el espacio público como una instancia declarativa, cuando en realidad deberíamos pensar en cómo ese espacio nos interpela».
En tal sentido, el trabajo en equipo, las colaboraciones entre colectivos distintos, son importantes, pero también requieren un análisis crítico. Por ejemplo, el colectivo Gran Fury había sido una comisión de trabajo abierta dentro de ACT UP. En el primer proyecto había 50 personas trabajando que entraban y salían en cualquier momento. A la larga, el trabajo como comisión se hizo inviable por la dificultad para tomar decisiones. Sin embargo, Finkelstein reflexiona con satisfacción sobre el alto poder de comunicación que consiguió su grupo, y la efectividad de las dinámicas aplicadas en las reuniones de trabajo.
«Por ejemplo, la lluvia de ideas y el enfoque en la escucha al poner las ideas sobre la mesa. El trabajo empieza cuando se tiene todo dicho y cada participante se deja empapar por las ideas, algunos toman notas y empieza la labor de edición. El colectivo debe trabajar como un organismo en el que cada integrante tiene su función. Sin embargo, el desorden es también parte de cualquier trabajo creativo, o incluso de las tareas del activismo. Y no hay que asustarse ante la perspectiva del fracaso».
Un elemento de cohesión para el trabajo del activismo creativo es que los miembros del colectivo se consideren como parte de una familia en la que todos están involucrados en la construcción de un texto. También es posible poner en práctica el «cross-editing» en que, agrupadas en parejas, las personas se revisan mutuamente el texto o la frase que se les ha ocurrido. Luego se vuelve al grupo y se comparte. También sirven los grupos de tareas concretas, que después deben comunicar lo realizado a todo el grupo para tomar una decisión como colectivo.
La democracia interna del colectivo
Se puede seguir el consenso general cuando hay desacuerdo entre los miembros. Es un consenso más informal. Pero también se debe pensar en las estrategias de votación. Y estas deben ser acordadas en el momento en que el grupo inicia su actividad.
Los votos o sondeos por mayoría, si son a mano alzada, pueden ser problemáticos para las relaciones comunitarias; algunas personas podrían resistirse a revelar su opinión personal. Sin embargo, la mano alzada funciona para personas con menos compromiso en el grupo. Este es el caso de quienes solo participan en algún aspecto concreto del proyecto. Hay que tener en cuenta que los niveles de participación pueden ser variables aunque exista un compromiso general con el proyecto.
El voto por mayoría presenta algunos problemas cuando hay diferencias de poder; cuando una minoría es excluida por un grupo mayoritario. Y por supuesto, siempre es mejor que el número de participantes en el colectivo sea impar.
Algunas alternativas para evitar los diferenciales de poder son: el voto múltiple o por preferencia, que permite proceder por reducción de opciones en los supuestos que se discuten. Esta votación ayuda a adoptar una decisión de una manera más rápida cuando se producen tensiones acerca de un contenido concreto.
Por último, se puede recurrir a las votaciones por vueltas, en la que las opciones que alcanzan la puntuación más alta vuelven a votarse.
Steve Lambert propuso una modalidad adicional, recogida en una experiencia propuesta por Mabel De Gries en otro colectivo de activismo artístico de San Francisco: el derecho a reclamar una «voto apasionado». Cada persona tiene la posibilidad de proponer una votación adicional que puede incluso anular un Sí o un No previamente votado. No es obligatorio proponerlo, sino como recurso cuando alguien piensa que el grupo está adoptando un camino errado. Solo debe usarse en un grupo cohesionado donde exista confianza mutua.
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